hola
Se siente responsable de su caso, se dice mientras espera que le abran, de lapesadilla que un día los sorprendió a traición y que les ha ido robando las ganas de vivir. Apenas les quedan. Son enfermos terminales que ya no cuentan los días. Y aun así, a veces, percibe en el fondo de su mirada una chispa de esperanza dispuesta a prender con cualquier pista. Esperan un milagro, un cuerpo.
No hay nada peor que convivir con la incertidumbre, se lamenta. Los vivos entierran a losmuertos y los lloran. Les llevan flores al nicho y los visitan por Todos los Santos. Pero ella no sabe si Bárbara está viva o muerta. No sabe si debe llorarla y pasar el trance del luto o si debe mantener viva la llama de la esperanza. Y esa duda, este ir y venir constante, la ha ido carcomiendo.
No se lo digas a papá, por favor, por favor. Se enfadará. Complicidades engañosas que empezaronescondiendo notas de los profesores, salidas con las amigas y ropa chillona. Cosas sin demasiada importancia, al principio, pequeñas mentiras que fueron creciendo con los años. Como Bárbara.Al cumplir los quince, Bárbara llevaba una doble vida amparada por sus coartadas. Y entonces los secretos se fueron haciendo más y más difíciles de guardar.
Aunque saliera de aquí no los podría mirar a la cara. Seríaincapaz de abrazarlos y besarlos. No tendría valor para decirles que los quiero. El me ha repetido una y mil veces que no me perdonarían, que me echarían de su lado, que si supieran todo lo que ha sucedido preferirían que hubiera muerto. Ya no tengo familia ni la tendré nunca. Si supieran quién soy y lo que he hecho se avergonzarían de mí y me darían la espalda.
Tengo miedo, tengo mucho miedo.Vuelvo a sentir miedo y me he escondido bajo la cama, encogida, recordando el pánico que me producía oír sus pasos, temiendo sus ataques de ira y sus castigos inhumanos. Cuando me privaba de la comida sufría calambres y pinchazos en el estómago, no sabía si de hambre o de angustia. Pero entonces, todavía deseaba huir a toda costa y no me daba por vencida. Traté de escapar una y otra vez. Los ojos seme iban detrás de todas las rendijas y a la primera de cambio me daba media vuelta y apretaba a correr, pero él me pillaba siempre y me castigaba, sin testigos, sin límites, sin medida. Con toda la impunidad, como si yo fuera la rata. Sin embargo se detenía antes de matarme, cuando yo ya no tenía fuerzas para resistirme. Entonces se volvía cariñoso. Le gustaba disponer de mi vida, como un dios...
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