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Portadilla
Índice
Dedicatoria
Parte 1: LAUREL
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Parte 2: DOLLY
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Parte 3: VIVIEN
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24Capítulo 25
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Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Parte 4: DOROTHY
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Agradecimientos
Notas
Sobre la autora
Si te gustó esta novela...
Créditos
Grupo Santillana
Para Selwa,
amiga, agente, campeona
PARTE
1
LAUREL
1
La Inglaterra rural, una casa de labranza en medio deninguna parte, un día de
verano a comienzos de los años sesenta. Es una casa modesta: entramado de madera,
pintura blanca medio descascarillada en la fachada oeste y una planta trepadora que se
encarama por las paredes. De la chimenea surge una columna de humo y basta una mirada
para saber que algo sabroso se cuece a fuego lento en la cocina. Lo sugiere algo en la
disposición del huerto, tanpreciso, en la parte trasera de la casa; en el orgulloso resplandor
de la iluminación de las ventanas; en la cuidadosa alineación de las tejas.
Una valla rústica rodea la casa, y a ambos lados una puerta de madera separa el
cuidado jardín de los prados, más allá de los cuales se extiende la arboleda. Entre los
árboles, sobre las piedras, serpentea un arroyo con ligereza, meciéndose entre la luzdel sol
y la sombra como ha hecho durante siglos, pero no se oye desde aquí. Se halla demasiado
lejos. La casa está muy aislada, al final de un camino largo y polvoriento, invisible desde la
carretera cuyo nombre comparte.
Aparte de alguna brisa esporádica, todo está inmóvil, todo está en silencio. Un par
de aros blancos de juguete, la moda del año pasado, reposan contra el arco que forma unaglicina. Un oso de peluche, con un parche en el ojo y una mirada tolerante y digna, vigila
desde su atalaya en la cesta de un carrito de lavandería verde. Una carretilla cargada con
macetas espera paciente junto al cobertizo.
A pesar de su quietud, o tal vez por ello, la escena despierta una expectación
electrizante, como un escenario de teatro justo antes de la salida de los actores. Cuandotodas las posibilidades se extienden ante nosotros y el destino aún no ha adquirido forma
alguna, en ese momento…
—¡Laurel! —La voz impaciente de una niña, a cierta distancia—. Laurel, ¿dónde
estás?
Y es como si el hechizo se hubiese desvanecido. Las luces de la casa se atenúan; el
telón se levanta.
Unas gallinas aparecen de la nada para picotear entre los ladrillos de la huerta, unarrendajo arrastra su sombra por el jardín, un tractor en la pradera cercana despierta a la
vida. Y muy por encima de todos, tumbada de espaldas en el suelo de la casa del árbol, una
muchacha de dieciséis años aprieta contra el paladar el caramelo de limón que ha estado
chupando y suspira.
Era cruel, suponía, dejarles que la siguiesen buscando, pero, con ese calor y el
secreto que Laurelalbergaba en su interior, el esfuerzo de jugar (y jugar a juegos infantiles)
era simplemente demasiado. Además, formaba parte del desafío y, como siempre decía
papá, lo justo era justo y nunca aprenderían si no lo intentaban. No era culpa de Laurel que
se le diese tan bien encontrar escondites. Ellos eran más jóvenes, cierto, pero tampoco eran
bebés.
Y, de todos modos, no quería que la encontrasen.No hoy. No ahora. Lo único que
quería era yacer ahí, dejar que el algodón fino de su vestido aletease contra las piernas
desnudas, mientras los recuerdos de él iban invadiendo su mente.
Billy.
Cerró los ojos y ese nombre se esbozó con elegancia en la oscuridad de los
párpados. Eran letras de neón, un neón de color rosa intenso. Le picaba la piel y giró el
caramelo para que el centro...
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