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A principios del siglo XVII, en un pueblo de Inglaterra, vivía un artesano llamado Arthur Robinson, un joven de 32 años que vivía en la casa en la que se crió y que había heredado de sus padresluego de que estos fallecieran. Perteneciente a una familia de artesanos reconocidos en el pueblo por los trabajos que realizaban, Arthur aprendió el oficio de su padre desde muy pequeño, lo que lepermitió continuar con el legado familiar para mantener el nivel de vida que tenía hasta el momento.
En la parte superior de su casa, se encontraba instalado el taller en donde elaboraba sus artesanías.Todas las mañanas se levantaba temprano y comenzaba a trabajar arduamente en los pedidos que había recibido. Si bien trabajaba solo, contaba con la ayuda de su mujer, la joven Elizabeth, quien siempreestaba predispuesta a acompañarlo en sus largas horas de trabajo. Su trabajo no era tan sencillo como parecía: él se encargaba de vestir a gran parte de la población; realizaba trabajos a medida,mayormente tejidos, hilados, ropas y tapetes. Pero a su vez eran bien pagos, lo que les permitía llevar una vida libre de preocupaciones.
Al pasar los años, el trabajo para Arthur incrementaba. Cada díaque pasaba recibía más pedidos, tenía nuevos clientes y el boca en boca del pueblo logró que recibiera en su casa a gente de la nobleza que quería vestir sus vestimentas y realizar pedidos de grandestapetes coloridos para decorar sus grandes habitaciones o salas de estar.
Al tiempo tuvieron un hijo, que llamaron Edward y para el cual dedicaban todo el tiempo y los recursos de que disponían.Podía decirse que eran una familia muy sencilla pero se observaba a simple vista que eran realmente felices. Todas las noches, rezaban a dios en obediencia a los consejos de su rey para agradecerle por elgran éxito de sus artesanías y solicitar salud para la familia.


Mientras transcurría la vida familiar de Arthur, en la sociedad de esa época se estaba generando un importante cambio en las...