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La inconfundible luz del alba comenzaba a tomar presencia. El tibio calor otoñal de esta mañana me recuerda a esos días en que Filipio, mi hermano menor, me hacía compañía a la hora de ir a buscar frutas selva adentro. Con tan sólo 13 años era muy hábil para este trabajo.
Miro el paisaje abundante a mí alrededor. Respiro y exhalo tranquila y profundamente, siento como la brisa roza mi rostrollevándose con ella al pasar (al menos en ese instante) cualquier rastro de sentimiento de culpa de la noche que pasó. Los ojos hinchados de tanto llorar ya me resultan molestos, aunque esta madrugada llorar fue algo tan necesario como respirar.
Camino por el sendero que tanto odié ayer por la noche, sin dudas, después de lo ocurrido anoche pensé en nunca más volver, aunque no tengo opción, es elúnico sendero, al menos cerca de la aldea donde puedo recolectar frutas para llevar a nuestro hogar. Mientras camino descalzo sobre el húmedo suelo de tierra y algunas que otras plantas, voy recordando, o haciendo el intento de recordar ese horrible momento, aún no puedo hacerlo, no tengo fuerzas para poner píes en el suelo sobre esta realidad que me acecha con sus ojos llenos de culpa. ¿Cómo pudopasar?, es una incógnita que no creo poder responder nunca.
Voy recordando de a poco. Las lagrimas en los ojos comienzan a brotar como si no hubiera sido suficiente todo lo llorado por la noche, pensar en eso me provoca un dolor en el pecho tan inexplicable como el hecho ocurrido. Ayer por la mañana, tan sólo ayer, menos de un día, el pequeño Filipio vino a despertarme, aún el amanecer no sehacía presente, parecía que el Sol tenía las mismas ganas de quedarse durmiendo tanto como las tenía yo.
-¡Despierta, despierta Lázaro! ¡Todavía no salió el Sol, aún hay tiempo! ¡Apúrate!- Alcanzo a escuchar entre sueños. Filipio estaba tan despierto y ansioso como si hubiera dado 20 vueltas por toda la selva sin parar y aún con energías sin agotarse.
Hace dos días le había prometido ir a desayunarviendo el amanecer en la cima de una pequeña colina cerca de aquí, como acostumbramos a hacer una vez por mes. Se tarda un poco en ir, pero es un camino fácil de recorrer, vivimos en la selva, en fin, hasta los caminos más cerrados y llenos de fauna se nos hacen fácil de engañar.
Después de la caminata, sentados y ya descansando en la tan esperada cima terminamos de hervir el agua para el té dehierbas el cual me enseñó hacer papá hace unos cuantos días, mientras comíamos dos manzanas que recogí ayer cerca de unos viejos y enormes arboles. Mientras tanto, el Sol comenzaba a salir y los pájaros comienzan a cantar felizmente sobre los altos y vivos arboles alrededor nuestro.
-¿Qué pasaría si un día se apaga el Sol y no hay mas amaneceres como el que estamos viendo, eh, Lázaro?- Me pregunta,mirando fijamente el amanecer con sus ojos y esa profunda duda.
-Primero que nada, dormiría más.- Respondo con gracia y con un bostezo inesperado al terminar el sorbo del tibio té. Filipio no saca los ojos de encima del amanecer y sonríe.
-Ojalá nunca pase.- Añade mirándome. A él le encanta presenciar el amanecer, es algo que lo caracteriza desde pequeño.
Después de varias charlas y con el Solya alto en el inmenso cielo azul sin nubes bajamos de la colina lentamente mientras jugábamos a tirarnos pequeñas semillas de colores amarillentos que caían de los arboles. Con 2 años más que mi hermano, soy un poco más maduro, pero aún así me gusta jugar con él. Además, en nuestra sociedad no hay muchas personas ni tampoco niños con quien jugar y pasar el rato.
Abrimos paso por un estrecho ydesconocido sendero, al menos para nosotros, yo llevaba un gran cuchillo con el cual iba cortando toda la vegetación, la cual se encontraba más alta de lo normal, ya que al parecer, este camino no lo cruzó nadie antes, Mientras caminábamos hacia adelante. Siempre hacíamos cosas como estas, aunque nuestro padre no estuviera de acuerdo con que volviéramos por caminos desconocidos por los peligros...