En una comarca de cierto reino vivía un rico mujik.Este mujik tenía tres hijos: Seman el Guerrero, Tarass el Barrigudo, Iván elImbécil y una hija muda, llamada Malania.El primero fue a guerrear por el zar, Tarass se trasladó a la ciudad vecina,colocándose en un comercio, e Iván el Imbécil quedó con su hermana al frente de lacasa.Seman el Guerrero logró un alto grado y una propiedad territorialenrecompensa de sus servicios y casó con la hija de una barinia. Su crecido sueldo y lasrentas de su extenso dominio no fueron parte a evitar que viviera en la estrechez,pues cuanto dinero ingresaba era despilfarrado por su esposa.Seman fue a sus tierras para cobrar las rentas, y su administrador le dijo:—No hay nada que cobrar. Nuestro ganado no ha tenido crías, ni tenemoscaballos, ni bueyes, niarado. Hay que comprarlo todo, y así habrá rentas.Entonces Seman fue a casa de su padre el mujik.—Tú —le dijo— eres rico y nada me has dado: entrégame el tercio de tu fortunaque me corresponde, para emplearlo en mis tierras.A lo cual respondió el anciano:—¿Cómo quieres que te entregue el tercio de mis bienes, si tú, en cambio, nadahas traído a casa? Eso sería perjudicar a Iván y a mi hija.Semanrepuso:—Mi hermano es imbécil y mi hermana muda. ¿Qué falta les hace el dinero?—Pues bien —exclamó el viejo—, se hará lo que diga Iván. Iván dijo entonces:—¡Bueno! Que lo tome.Seman el Guerrero tomó una parte del patrimonio, la empleó en sus fincas y sevolvió a servir al zar.Tarass, el Barrigudo, ganó también mucho dinero y se casó con la hija de uncomerciante, pero siempre estaba apurado.Como suhermano, fue también en busca de su padre, y le dijo:—Dame mi parte.El viejo no se allanó tampoco a entregar a Tarass la parte que le pedía.—Tú —le dijo— nada nos has traído; todo cuanto hay en casa lo ha ganado Iván,y no puedo perjudicarle ni tampoco a mi hija.—¿Y para qué necesita Iván el dinero? —repuso Taras—. Es imbécil y no podrácasarse, porque ninguna muchacha le querrá por esposo. Una jovenmuda tampoconecesita nada... Dame, Iván —añadió—, la mitad del trigo, quédate con los aperos delabranza, y del ganado sólo quiero el caballo gris que no te sirve para la labor.—¡Bueno!Y Tarass tuvo también su parte. Llevó el trigo a la ciudad y se apropió el caballogris, mientras Iván, al que sólo quedó una yegua vieja, labraba la tierra y mantenía asus padres.
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II
Muy apenado estaba el viejodiablo porque los tres hermanos no riñeron durantetodo este negocio y se habían separado en paz y en gracia de Dios. Entonces llamó atres diablillos, y les dijo:—Escuchad: Hay tres hermanos, Seman el Guerrero, Tarass el Barrigudo e Ivánel Imbécil, a los cuales conviene hacer que se disgusten entre sí, y viven, sin embargo,en perfecto acuerdo. El Imbécil es el que me ha estropeado el asunto. Id,coged a lostres y arreglaos de manera que se salten los ojos... ¿Podéis hacerlo?—Ya lo creo que podemos —exclamaron.—¿Y cómo os la vais a componer?—He aquí lo que vamos a hacer. Comenzaremos por arruinarles para que notengan qué comer, luego los juntaremos, y entonces reñirán.—Está bien —dijo el diablo—; veo que estáis al tanto de vuestro oficio. Id y novolváis hasta que se maten, porque de otro modovais a pagarlo con la piel.Los diablillos no se lo hicieron repetir dos veces y partieron a los pantanos paradeliberar sobre las medidas necesarias. Se discute; cada cual quiere reservarse la ta-rea más fácil. Se echan suertes para determinar lo que cada uno ha de hacer,conviniendo que el que acabe antes su trabajo vendrá a ayudar a sus compañeros.Echadas suertes, se fija el día en que se reuniránde nuevo para saber quién haconcluido antes y a quién habrá que prestar auxilio.Llegado el día convenido, se reunieron en el propio sitio los diablillos ycomenzaron a hablar de su empeño. El primero habló de Seman.—Mi tarea —dijo— está en buen camino. Mañana irá Seman a casa de su padre.Preguntáronle sus compañeros en qué forma había procedido.—Yo —dijo el diablillo— me preocupé ante todo en...
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