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Con el fin de abordar ‘Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización’, más de 200 arzobispos y cardenales estuvieron reunidos durante cerca de dos semanas en el Vaticano convocados por el papa Francisco. Desde el primer momento, la convocatoria generó expectativa, pues era claro que una instancia como esta es la idónea para quelos fieles se vayan haciendo una idea más clara de hasta qué punto el talante de este pontificado, hasta ahora apenas insinuado en sus gestos y discursos, se traducirá en nuevas posturas de la Iglesia respecto a temas sensibles.
Y, a juzgar por lo que ha trascendido, se puede decir que Francisco está decidido a cumplir con la tarea que se ha propuesto. Ya antes había dado señales sólidas en latarea urgente de ponerle coto a la corrupción en la banca vaticana, así como en la manera de afrontar los casos de sacerdotes y obispos envueltos en hechos de pedofilia.
Pero lo más importante hasta hoy ha sido la convocatoria del sínodo de los obispos para reflexionar sobre los problemas de la familia. Bergoglio es un convencido de la tesis que afirma que hay una correspondencia innegable entre lasformas y valores de la familia y los que se viven en la sociedad, y que, si esta está enferma, solamente reformando la familia se puede confiar en el cambio.
Y citó al sínodo para meterse en grande en la consideración de temas tan complicados como el aborto, las experimentaciones genéticas, la situación de los ancianos, la soledad de quienes padecen depresión y el asunto desafiante de laeutanasia. Y, por lógica, entró con sus obispos en la dura consideración de las formas de convivencia y los nuevos modos que propone la cultura de la globalización; puso en consideración el punto de los gais, de los homosexuales en general y de sus problemas con la sociedad tradicional y de esta con ellos. Su pregunta retórica “¿Quién soy yo para juzgarlos?” tuvo un renovado eco y se tradujo en el desafíode encontrar los aspectos positivos de las uniones entre parejas del mismo sexo y, sobre todo, de hallar para ellos un “espacio fraternal” sin comprometer la doctrina. Este es un debate inimaginable hace apenas un lustro, y del cual solo se han dado las primeras puntadas, las cuales han sido suficientes para que salgan a la luz divergencias entre los purpurados que, por lo menos, merecen elcalificativo de inéditas.
Así mismo, no dejó escapar los interrogantes ciertos o inciertos de la adopción y del reconocimiento social o no de quienes aspiran a ella, y ha logrado plantear estos problemas y posibles soluciones desde diferentes perspectivas.
Y ha forzado aún más la marcha del mismo sínodo y logró que se afronten puntos tan sensibles para Occidente como la permisión del matrimonio parael curato.
Pero han llovido truenos en el tema que encara la validez del sacramento del matrimonio, la madurez con que se supone se afrontan poscompromisos del vínculo; en el reconocimiento de aquellos que aceptan que cometieron un error y han buscado otras formas de equilibrio emocional y social contrayendo nuevas nupcias, lo que los lleva a ser privados de la comunión sacramental, que esprácticamente castigo mayor que el que se aplicaba a herejes consumados en la excomunión.
Por el momento, el sínodo se ha complicado en la discusión ya cumplida en un sínodo anterior, como fue el de la eucaristía, acerca de si la comunión es un premio o un alimento también de pecadores.
Este, como todos los otros, hace referencia a que “caminaremos juntos” en la verdad y por ella. Por eso, en medio delenredo y de las posturas casi irreconciliables, se han encontrado los acuerdos de siempre, como la decisión de seguir educando para el amor y reconocer la dignidad del ejercicio de la sexualidad y la urgencia de una “pastoral posmatrimonial” de acompañamiento, que actúe sobre el peso cultural y las transformaciones que para la conservación de la armonía familiar vienen determinadas por el...
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