holita
sagrada ley cristiana; todo su intento es acuñar y guardar dinero acuñado, y
para conseguirle trabajan y no comen; en entrando el real en su poder, como
no sea sencillo, le condenan a cárcel perpetua y a escuridad eterna; de modo
que, ganando siempre y gastando nunca, llegan y amontonan la mayor
cantidad de dinero que hayen España. Ellos son su hucha, su polilla, sus
picazas y sus comadrejas; todo lo llegan, todo lo esconden y todo lo tragan.
Considérese que ellos son muchos y que cada día ganan y esconden, poco o
mucho, y que una calentura lenta acaba la vida como la de un tabardillo; y,
como van creciendo, se van aumentando los escondedores, que crecen y han
de crecer en infinito, como la experiencia lomuestra. Entre ellos no hay
castidad, ni entran en religión ellos ni ellas: todos se casan, todos multiplican,
porque el vivir sobriamente aumenta las causas de la generación. No los
consume la guerra, ni ejercicio que demasiadamente los trabaje; róbannos a
pie quedo, y con los frutos de nuestras heredades, que nos revenden, se hacen
ricos. No tienen criados, porque todos lo son de sí mismos; nogastan con sus
hijos en los estudios, porque su ciencia no es otra que la del robarnos. De los
doce hijos de Jacob que he oído decir que entraron en Egipto, cuando los sacó
Moisés de aquel cautiverio, salieron seiscientos mil varones, sin niños y
mujeres. De aquí se podrá inferir lo que multiplicarán las déstos, que, sin
comparación, son en mayor número.»
CIPIÓN.-Buscado se ha remedio paratodos los daños que has apuntado y
bosquejado en sombra: que bien sé que son más y mayores los que callas que
los que cuentas, y hasta ahora no se ha dado con el que conviene; pero
celadores prudentísimos tiene nuestra república que, considerando que
España cría y tiene en su seno tantas víboras como moriscos, ayudados de
Dios, hallarán a tanto daño cierta, presta y segura salida. Diadelante.
BERGANZA.-«Como mi amo era mezquino, como lo son todos los de su casta,
sustentábame con pan de mijo y con algunas sobras de zahínas, común
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sustento suyo; pero esta miseria me ayudó a llevar el cielo por un modo tan
estraño como el que ahora oirás.
»Cada mañana, juntamente con el alba, amanecía sentado al pie de un
granado, de muchos que en la huerta había, unmancebo, al parecer
estudiante, vestido de bayeta, no tan negra ni tan peluda que no pareciese
parda y tundida. Ocupábase en escribir en un cartapacio y de cuando en
cuando se daba palmadas en la frente y se mordía las uñas, estando mirando
al cielo; y otras veces se ponía tan imaginativo, que no movía pie ni mano, ni
aun las pestañas: tal era su embelesamiento. Una vez me llegué junto a él,sin
que me echase de ver; oíle murmurar entre dientes, y al cabo de un buen
espacio dio una gran voz, diciendo: ¡Vive el Señor, que es la mejor octava que
he hecho en todos los días de mi vida! Y, escribiendo apriesa en su cartapacio,
daba muestras de gran contento; todo lo cual me dio a entender que el
desdichado era poeta. Hícele mis acostumbradas caricias, por asegurarle de
mimansedumbre; echéme a sus pies, y él, con esta seguridad, prosiguió en
sus pensamientos y tornó a rascarse la cabeza y a sus arrobos, y a volver a
escribir lo que había pensado. Estando en esto, entró en la huerta otro
mancebo, galán y bien aderezado, con unos papeles en la mano, en los cuales
de cuando en cuando leía. Llegó donde estaba el primero y díjole: "¿Habéis
acabado la primera jornada?"."Ahora le di fin -respondió el poeta-, la más
gallardamente que imaginarse puede". "¿De qué manera?", preguntó el
segundo. "Désta -respondió el primero-: Sale Su Santidad del Papa vestido de
pontifical, con doce cardenales, todos vestidos de morado, porque cuando
sucedió el caso que cuenta la historia de mi comedia era tiempo de mutatio
caparum, en el cual los cardenales no se visten de rojo,...
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