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LOS NEGROS.
Apenas hablaremos de las razas negras, porque en tal caso nuestra labor sería muy fácil.
Hace aproximadamente treinta mil años que existen negros en África, y en el transcurso de todo este tiempo no han podido llegar a nada que les pusiese por encima de los monos.
Cuando menos, nosotros los blancos, poseemos algunos monumentos, algunos bosquejos de ciencia y de arte, tratados degeometría analítica y moral, diccionarios, damas, catedrales, sinfonías, exposiciones universales, laboratorios de física y observatorios de astronomía. Poca cosa después de trescientos siglos, pero en fin, algo bastante para dar a la humanidad de raza blanca una apariencia de vida si no racional por lo menos intelectual.
Los negros no tienen nada parecido, aun viviendo entre los blancos.Continúan haciendo vida vegetativa sin producir más que ácido carbónico y urea.
Las tortugas, las ardillas, los monos, no tienen "tantans" cuyo ruido provoca una lluvia bienhechora, ni "gris gris" ante los cuales sea preciso prosternarse bajo pena de muerte, ni "Majajumbos" que se diviertan con los sacrificios humanos. Las tortugas, las ardillas y los monos, no consentirían jamás en agujerearse lasnarices con enormes agujas de madera, ni en quemarse la concha o la piel para mostrar con ostentación las cicatrices de indelebles tatuajes.
Así, pues, las tortugas, las ardillas y los monos están muy por encima de los negros en la jerarquía de las inteligencias.
Juan Jacobo Rousseau, una de las mentalidades más desorientadas y potentes que han existido, emitió sobre los salvajes -y todos losnegros lo son – ideas singularísimas. Pretendió que el hombre en estado primitivo era más inteligente y más virtuoso que el hombre degradado por la vida en comunidad. A medida que las sociedades se han ido desarrollando, éstas habrían menoscabado la naturaleza humana, la cual sería originariamente sana, de suerte que toda nuestra civilización, según Rousseau, no es más que la eflorescencia de unacorrupción gradual que se prolonga y se intensifica. El hombre era antes un ser bueno, y la sociedad lo ha hecho perverso.
Nadie me acusará de ostentar una admiración ciega por nuestra pretendida civilización y esto lo verá cualquiera, con poca paciencia que tenga para proseguir la lectura de este libro; pero no obstante me veo obligado a reconocer que si nuestro estado social es imperfecto, más loes todavía el estado salvaje. Los negros africanos sin atenuar su barbarie, como nosotros procuramos hacerlo, valiéndonos de tenebrosas ciencias y aventuradas estéticas, son mucho más absurdos que las especies animales más necias. Se reúnen en hordas minúsculas que se roban y se matan. Algunas veces es para devorarse-y estos son los menos torpes; con mucha más frecuencia para disputarse un campode mijo o un rincón de selva. A menos que no sea por motivos tan bajos, mezquinos y extravagantes, que ni los mismos que se baten los conocen.
Que un europeo poco escrupuloso les lleve un tonel de ron, y en seguida, sin darse tregua, se arrojarán sobre el veneno para saciarse hasta caer borrachos perdidos.
Crédulos, obscenos, frívolos, perezosos y embusteros, deshonran la especie humana.¿Que no son parecidos a los monos, sus semihermanos? Fijaos en esos ágiles animales en un bosque; se divierten en alegres cabriolas, saltando de rama en rama con una destreza sorprendente, gritando con furia para llamarse, para pelearse o para avisar a sus compañeros de cualquier peligro. Sus muecas y sus contorsiones son inofensivas. Sus juegos son ingenuos, inocentes, y contrastan singularmente conlas bárbaras diversiones acostumbradas en los negros.
Si Rousseau hubiese sabido llegar al fin de su pensamiento, habría dicho que el hombre debe retroceder no al estado salvaje, sino al estado animal.
Efectivamente, nunca son los animales seres degradados. Llevan una vida grave y serena. Cazan o pacen según sean carniceros o herbívoros. Al llegar la noche, el macho y la hembra se recogen...