Hombre Que Lo Tenia Todo Todo Todo

Páginas: 10 (2384 palabras) Publicado: 19 de enero de 2013
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Prólogo de Pedro Zarraluki actividades de Olga Casanova

Siruela Colección Escolar 34 (Literatura)

Uno

El Hombre que lo Tenía Todo Todo Todo abrió los ojos muy asustado. Mientras dormía no tenía nada. Despertó bajo la lluvia de las campanillas de los relojes. Mientras dormía no tenía nada. Cien relojes despertadores, más decien relojes. Mil relojes, más de mil relojes. Todos sonando al mismo tiempo. Un reloj de carambolas, detrás de los cristales biselados, mirábase el cuadrante con las horas en números romanos, y las tres pelotitas doradas que acababan de hacer la carambola de la hora y el timbre de alarma que alargaba un «¡Yo te despierto! ¡Yo te despierto! ¡Yo te despierto...!». Un reloj que simulaba un globoterrestre, con un Ángel y un Esqueleto que con su dedo descarnado señalaba las horas, en un cuadrante dorado, conseguía hacerse oír, oír, oír... «¡Tú me despiertas! ¡Tú me despiertas! ¡Tú me despiertas...!» Un reloj cara negra, espectro luctuoso con números plateados, plañía: «¡Él se despierta! ¡Él se despierta! ¡Él se despierta...!». Un reloj de bronce ronco rezongaba a solas en
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su rincón:«¡Nosotros nos despertamos! ¡Nosotros nos despertamos...!». Un viejo reloj de faro, más farol que reloj, martillaba al dar la hora: «¡Ellos despier-tan! ¡Ellos despier-tan... tan... tan... tan...!». Y un reloj-casita tirolesa de cucú melódico, con el pajarito mecánico a la puerta, repetía imperativo: «¡Despertad vosotros cú-cú...! ¡Despertad vosotros cú... cú...!». El Hombre que lo Tenía Todo TodoTodo metió el brazo bajo la cama y extrajo el menos esperado de los adminículos domésticos. Un paraguas o, como decía él, un «para-qué...». Lo abrió en seguida. Es de mal agüero abrir el paraguas en una habitación, pero a él le urgía interponer algo entre el campanilleo de los relojes y su persona. Y ahora que sonaran. Ya él con el paraguas abierto que sonaran. Los oiría como oír llover sobre elparaguas. Y así se oía el «Yo te despierto...», «Tú me despiertas...», «Él se despierta...», «Nosotros nos despertamos...», «Ellos se despiertan...», «Despertad vosotros...». Cerrar los ojos es no tener nada. Abrir los ojos es tenerlo todo. El aguacero de los despertadores había pasado. Desperezose una, otra y otra vez, como si quisie18

ra dar de sí, hacerse más grande. Luego bostezó y, mientrasbostezaba, palpó el lecho. Dormía sobre sal. Sobre sal gruesa. Sobre un colchón de sal gruesa. Su piel de pescado caliente perdía durante la noche la manteca de la realidad, lo real, lo verdadero, la gordura de lo que no es sueño, en la granuda sal del mar. Heredó la receta misteriosa de perder la gordura de las cosas existentes, la mantecosa realidad, de sus padres y abuelos, que como él fue gentede respiración de imán, mientras dormían. Porque ese es su otro misterio. Su respiración de imán. No respiraba con los pulmones como el resto de los mortales, durante la noche, sino con dos grandes imanes escondidos en su espalda, y por eso él mismo se definía como un hombre de omóplatos de imán que dormía en un lecho de sal gruesa, para deshacerse durante el sueño de la grasa de la realidadcotidiana y no atraer con su respiración imantada cuanto metal había cerca. Al respirar dormido, si le faltaba el colchón de sal, atraía con el aliento todo lo que era de metal. Y de aquí que tuviera que usar la granuda sal marina como colchón. Evitar que lo cubrieran con peligro de sepultarlo bajo su peso todos los objetos metálicos que atraía desde cien metros a la redonda. Poca plata, poco oro ymucha, mucha escoria, casi siempre.
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Cuando se descuidaba la servidumbre de renovar su lecho de sal blanca, de sal gruesa, amanecía con enormes tornillos viejos en las narices convertidas en tuercas, restos de locomotoras en los brazos, ruedas herrumbrosas que le lastimaban los pabellones de la oreja, cadenas sobre la boca, trastos de cocina sobre los ojos, martillos sin cabo sobre el...
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