hombre q calculaba cap 19
Todos los días veíase obligado el calculista aatenderdecenas de consultas. Una vez era un cobrador de impuestos que necesitaba conocerel número de “ratls” impuestos en un “abás” y la relación entre esa unidad y el“cate”[1];aparecía, en seguida, un“hequim” ansioso por oír a Beremís una explicaciónsobre la cura de ciertas fiebres por medio de siete nudos hechos en una cuerda;más de una vez el calculista fue llamado por los camelleros que queríansabercuántas veces debía un hombre saltar una hoguera para librarse del Demonio.Aparecían a veces, al caer de la noche, soldados turcos, de aviesa mirada, quedeseaban aprender medios seguros para ganar enel juego de los dados. Tropecé,muchas veces, con mujeres –ocultas por espesos velos- que venían, tímidas, aconsultar al matemático sobre los números que debían tatuarse en el antebrazoizquierdo paratener buena suerte, alegría y riqueza.
A todos atendía Beremís Samir con paciencia y bondad.Aclaraba las dudas a algunos, daba consejos a otros. Procuraba destruir lascreencias y supersticiones delos mediocres e ignorantes, mostrándoles queninguna relación puede existir., por la voluntad de Alah, entre los números ylas alegrías o tristezas del corazón.
Y procedía así, guiado por elevadosentimiento dealtruismo, sin perseguir lucro ni recompensas. Rechazaba sistemáticamente eldinero que le ofrecían, y cuando algún rico “sheik”, a quien enseñara, insistíaen pagar la consulta, Beremís...
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