HORACIO QUIROGA

HORACIO QUIROGA

Uruguayo. Nace en El Salto en 1879 y muere en Buenos Aires en 1937. Su vida personal y familiar estuvo marcada permanente e increíblemente por la tragedia: su padre muere de un disparo accidental, su padrastro se suicida, Quiroga mata accidentalmente a su mejor amigo, su primera esposa muere envenenada, fracasa su segundo matrimonio, contrae cáncer y pone voluntariamente fin asu vida con cianuro; dos años después, su hija también se suicida. Extraordinario cuentista y representante destacado de la corriente denominada "criollismo", es considerado también como uno de los precursores del realismo mágico hispanoamericano y como un escritor que supo enlazar el modernismo con la narrativa posterior. Dadas sus vivencias personales, no resulta extraña su fascinación portemáticas donde impera el fatalismo, el misterio y los acontecimientos funestos. Los protagonistas de sus relatos son seres de carne y hueso, gentes comunes y corrientes -personajes creíbles, en suma-, que se ven enfrentados a situaciones extremas. Su mejores cuentos están inspirados por hechos, ambientes y personas de la provincia tropical de Misiones, Argentina, donde vivió durante varios años.Destaca en el conjunto de su obra la colección Cuentos de amor, de locura y de muerte, publicada en 1917.


EL HIJO

Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.
Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
-Ten cuidado,chiquito -dice a su hijo abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.
-Sí papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.
-Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre.
-Sí papá -repite el chico.
Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa enla cabeza y parte.
Su padre lo sigue un poco con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.
Sabe que su hijo, educado en su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecería tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules,frescos aún de sorpresa infantil.
No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir en su mente la marcha de su hijo. Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde decactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan había descubierto días anteriores.
Solo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y suhijo a la meseta con la gran escopetaSaint-Etienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.

El fué lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora -y el padre sonríe.
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fé ni esperanzaque la vida de sus hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio deacción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su...