huasipungo

Páginas: 11 (2627 palabras) Publicado: 13 de junio de 2013
Aquella mañana se presentó con enormes contradicciones para don Alfonso Pereira.Había dejado en estado irresoluto, al amparo del instinto y de la intuición de las mujeres-su esposa y su hija-, un problema que él lo llamaba de "honor en peligro". Como decostumbre en tales situaciones -de donde le era indispensable surgir inmaculado-, habíasalido dando un portazo y mascullando una veintena demaldiciones. Sus mejillas deordinario rubicundas y lustrosas -hartazgo de sol y aire de los valles de la sierra andina-,presentaban una palidez verdosa que, poco a poco, conforme la bilis fue diluyéndose enlas sorpresas de la calle, recuperaron su color natural."No. Esto no puede quedar así. El poco cuidado de una muchacha, de una niña inocentede diecisiete años engañada por un sinvergüenza, por uncriminal, no debedeshonrarnos a todos. A todos..."Yo, un caballero de la alta sociedad... Mi mujer, una matrona de las iglesias... Miapellido...", pensó don Alfonso, mirando sin tomar en cuenta a las gentes que pasaban asu lado, que se topaban con él. Las ideas salvadoras, las que todo pueden ocultar ydisfrazar hábil y honestamente no acudían con prontitud a su cerebro. A su pobrecerebro. ¿Por qué?jAh! Es que se quedaban estranguladas en sus puños, en sugarganta.-Carajo.Coadyuvaban el mal humor del caballero los recuerdos de sus deudas -al tío JulioPereira, al señor Arzobispo, a los bancos, a la Tesorería Nacional por las rentas, por lospredios, por la casa, al Municipio por... "Impuestos. Malditos impuestos. ¿Quién loscubre? ¿Quién los paga? ¿Quién... ? iMi dinero! Cinco mil... Ocho mil..Los intereses. ..No llegan los billetes con la facilidad necesaria. Nooo...", se dijo don Alfonso mientrascruzaba la calle, abstraído por aquel problema que era su fantasma burlón: "¿Surge eldinero de la nada? ¿Cae sobre los buenos como el maná del cielo? ...". La acometida deun automóvil de línea aerodinámica -costoso como una casa- y el escándalo del pito y elfreno liquidaron sus preocupaciones.Al borde de esa pausa fría, sin orillas, que deja elsusto de un peligro sorteado milagro- samente, don Alfonso Pereira notó que una manoamistosa le llamaba desde el interior del vehículo que estuvo a punto de borrarle de lapágina gris de la calzada, con sus gomas. ¿Quién podía ser? ¿Tal vez una disculpa?¿Tal vez una recomendación? El desconocido sacó entonces la cabeza por la ventanillade sucoche y ordenó con voz familiar:-Ven. Sube.Era la fatalidad, era el acreedor más fuerte, era el tío Julio. Tenía que obedecer, teníaque acercarse, tenía que sonreír .¿Cómo...? ¿Cómo esta tío?. -Casi te aplasto de una vez.-No importa. De usted...-Sube. Tenemos que hablar de cosas muy importantes.-Encantado -concluyó don Alfonso trepando al automóvil con fingida alegría ysentándose luego junto a supoderoso pariente gruesa figura de cejas pobladas, decabellera entrecana, de ojos de mirar retador, de profundas arrugas, de labios secos,pálidos, el cual tenía la costumbre de hablar en plural, como si fuera miembro de algunapandilla secreta o dependiente de almacén.

 
 
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El argumento del diálogo de los dos caballeros cobró interés y franqueza sólo al amparodel despacho particular del viejoPereira -un gabinete con puerta de cristalesescarchados, con enorme escritorio agobiado por papeles y legajos, con ficheros decolor verde aceituna por los rincones, con amplios divanes para degollar cómodamente alas víctimas de los múltiples tratos y contratos de la habilidad latifundista, con enormeóleo del Corazón de Jesús pintado por un tal señor Mideros, con viejo perchero demadera, anacrónicoen aquel recinto de marcado lujo de línea moderna y que, como eranatural servía para colgar chistes, bromas y sonrisas junto a los sombreros, a los abrigosya los paraguas alicaídos.-Pues sí... Mi querido sobrino. -Sí.-Hace tres semanas... "Que se cumplió el plazo de uno de los pagarés... El másgordo...", concluyó mentalmente don Alfonso Pereira presa de un escalofrío de angustiay desorientación....
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