Huele a fresas. Crónica

Vendiendo por ahí…
Andrés huele a fresas y a humildad
Un santandereano huye del infierno y llega a la capital, monta su negocio y se pone a ‘camellar’.
Cafés, o quizás negros… no se percibe elcolor de sus ojos porque se confunden con la sombra de la gorra que lleva puesta, una gorra roja o quizás café, de nuevo la confusión de colores, una gorra que a diario enfrenta los rayos de sol enBogotá. Su cabello se ve húmedo, es un poco de sudor, no mucho. Él está bronceado, su nariz es ancha, su boca grande, y sus dientes, bueno… poco visita al dentista. No huele mal, no como esperarías queoliera, huele a fresas…
Él tiene una camiseta verde, una sudadera tan negra y humilde como las ruedas de su carro, pero no es un carro extranjero, o ensamblado en China, es un carro sin puertas odireccionales, un carro sin motor, es su carro de vender frutas.
Andrés refleja en su acento que es santandereano. A los santandereanos se les reconoce por su mal genio, por ser trabajadores y por supeculiar jerga, porque ‘jijuepuerca’ así son los santandereanos. Andrés tiene 33 años, una hija y una o dos mujeres más en su vida. Cada vez que sale de su casa, enciende la bocina del carro, y entrelas calles empieza a sonar la grabación de una voz ya madura y amigable, quizás la voz de un frustrado locutor de partidos de fútbol “Vendemos la fresa, no la amarillenta que no sabe a nada, sino larojita, la que a usted y a sus hijos les gusta”, no es una calidad de propaganda, pero llama la atención, y eso es lo que importa.
Su recorrido comienza, en el barrio Roma desde la mañana, porque antesdel medio día es que las mujeres salen a comprar lo del almuerzo. Tiene que vender todo o si no se le ‘apichan’ las fresas, como él mismo lo dice.
Se acerca una señora y pregunta por el precio,Andrés contesta con una sonrisa y con una mirada segura “A mil la libra, mi señora”, y ahí no se detiene, tiene preparado, como el discurso de un presidente, toda una serie de argumentos y predicciones...