Humanidades para que
Esta reflexión acerca de las humanidades quisiera comenzar y terminar con dos
breves textos del escritor francés Pascal Quignard. Para comenzar, este: “¿Qué es el
hombre? Un palo para matar, una bolsa vieja para transportar lo matado (una
especie de pellejo), una lengua para referir la matanza del muerto al sobreviviente
(el comedor de lo muerto)”1. La escena es bienconocida: durante millones de años
la procura de alimento y el reparto de la presa (la caza y el banquete) habrían sido
las ocupaciones principales de pequeñas comunidades originarias que erraban por
la Tierra. Sin embargo, en esto no diferían de jaurías de perros y de lobos con las
que compartían el alimento, el calor del fuego y el sueño. Lo que difiere de todo y
cuya irrupción inexplicable pone enabismo esos seres que matan y devoran lo que
matan es la “lengua para referir”. El relato en la noche de lo que ha sido en el día no sólo para evitar su pérdida y volverlo común sino también para conferir sentido
a las cosas- es tal vez el comienzo remoto de lo que llamamos humanidades. Esa
ubicua república de las letras, convertiría con el tiempo su cultivo en una forma de
vida.
Una forma devida dedicada al estudio es la de una vida que consagra el tiempo a
una cierta materia; en el caso de las Humanidades, a las palabras. La cultura
humanística es un diálogo con muertos. Una biblioteca es eso: lugar de un diálogo
silencioso con quienes vivieron, pensaron y escribieron antes. No con un sentido
puramente documental, sino con la convicción de que una sociedad es mucho más
que su presenteestricto y por ello es necesaria la interlocución con otros que ya no
están pero dejaron marcas (la escritura entre otras). La ecuanimidad es el requisito
que está en el centro de las humanidades cuyo cometido es proteger los hechos de
su destrucción y del negacionismo a los que muchas veces son sometidos por los
poderes existentes. Pero ecuanimidad no equivale a una ausencia de compromiso niinhibe la toma de partido en los dramas sociales que atraviesan la sociedad en la
que nos toca vivir. Es decir, la ecuanimidad no prescinde de la crítica, más bien la
requiere. Un conocimiento es crítico cuando acompaña su producción y su
transmisión con una reflexión acerca de su sentido.
Un presupuesto de la crítica es la autonomía (palabra de origen griego que está a la
base de la filosofíapráctica kantiana y de nuestra Reforma Universitaria misma).
1
Pascal Quignard, Los desarzonados, traducción de Silvio Mattoni, El cuenco de plata, Buenos Aires,
2013, p. 152.
Pero “Autonomía no es autismo” –ni indiferencia, ni excepción respecto de los
demás. No es un estado inmunológico que no se deja afectar por el exterior, sino
todo lo contrario: no se define por una pasividad ni por unaclausura sino por ser
actividad con otros. Autonomía para intervenir en los dramas de las mayorías
sociales y articular a sus necesidades el conocimiento, y también autonomía para
proteger lo minoritario. Si la Universidad no dejara lugar a esto que llamo lo
“minoritario”, estaríamos sencillamente introyectando el mercado en nuestras
prácticas. La pregunta –siempre con las preguntas-: ¿porquéinteresa algo y su
estudio debe ser promovido o estimulado? no puede ser respondida mediante
encuesta.
El conocimiento no es siempre funcional ni decidido por las necesidades de la vida
humana (por supuesto que es principalmente esto); muchas veces también se halla
animado por lo que Hannah Arendt llama “cuidado del mundo”. El cuidado de algo
es conservacionista, en la medida en que interesa que no sepierda: la forma de vida
de una comunidad originaria, o una especie en peligro de extinción, o un poeta
olvidado, o ciertas músicas en riesgo de olvidarse para siempre. En realidad se han
perdido en la historia innumerables formas de vida y comunidades y pueblos y
poetas y especies y música y piezas de arte…, y tal vez ello tentaría a creer que en el
fondo todo cuidado es inútil, pero no....
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