Humanidades
Jorge Volpi. Reforma 27 de noviembre de 2011
Hoy no es 1o. de diciembre de 2011. Hoy es 1o. de diciembre de 2012 y Felipe Calderón se prepara para hacerentrega de la banda presidencial. Son las seis de la mañana y él despierta tras pasar su última noche en la residencia oficial de Los Pinos. Una vez concluida la ceremonia, volverá a su casa, reconvertidoen ciudadano común. Tras seis años de calamidades y fatigas, por fin dejará de ser el blanco de todos los reclamos y todas las insidias. Para él, al menos, la pesadilla está a punto de concluir.No así, en cambio, para el resto del país. México, cuya historia acumula un sinfín de turbulencias, no había experimentado un periodo más negro desde 1968. Y, si sólo nos concentramos en las muertesviolentas -más de 50 mil-, esta etapa ha sido la más infausta desde la Revolución. Seis años marcados por la destrucción y la venganza, las disputas y la sangre. Seis años que han provocado unafractura social sin precedentes. Cuando Calderón consiguió participar in extremis en su investidura debido al acoso de las huestes de López Obrador -un energúmeno que en nada se parece al amoroso líderde hoy-, México era un país azotado por una feroz crisis de legitimidad, pero cuyo ánimo aún no se precipitaba en un pesimismo exacerbado. El futuro ya no lucía tan esperanzador como en el 2000, peroaún se conservaba cierto aliento de renovación y progreso. A fines del 2012, nada queda de aquel entusiasmo democrático. En apenas seis años, México se derrumbó en un caos sin precedentes.
Elantecedente es claro: durante más de 70 años, el PRI construyó en el país un estado de derecho imaginario. Leyes e instituciones que en el papel resultaban modélicas, pero que en la práctica eraninstrumentos supeditados a su control. Todos los organismos del Estado funcionaban así, pero el sistema de justicia era el epítome de esta lógica piramidal. La corrupción de policías y jueces no era una...
Regístrate para leer el documento completo.