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LA MITAD DEL SOL
EL PEREGRINO DESPISTADO (Seudónimo)


Ella entró en el compartimento del tren y lo vio sentado junto al pasillo, leyendo el periódico, de espaldas a la marcha. Le gustaba;lo había visto más veces en ese recorrido y no se había atrevido a observarle detenidamente por si era descubierta. Hoy la situación era favorable para ello. Se iba a sentar junto a la ventanilla enel sentido de la marcha. El no podría observarla con comodidad pues le molestaría la luz; la vería de perfil, el perfil que ella quería, al contraluz del atardecer.
El la vio entrar y recogió suspiernas para facilitarle el paso hacia la ventanilla. Era guapa, un poco estirada si acaso, de las mujeres que a él no le miraban. Había algo extraño en sus movimientos que le confería cierta altivez.Se sentó junto a la ventanilla y tenía que reconocer que su perfil, recortado en la ventana, era bonito; aunque no podía ver los detalles porque el sol del atardecer le deslumbraba.
Releyó unay mil veces el mismo titular del periódico y no pudo resistir la tentación de volver la vista hacia ella. La sorprendió mirándole, de soslayo, lo que le hacía parecer una mujer aun más distante. Ahoradescubrió porque sus movimientos le resultaban extraños. No giraba, o muy poco, la cabeza para mirar. Solo movía sus ojos. Sin embargo, otra vez le estaba mirando, ¿o no? No podía ver con claridad,el sol, ya muy bajo, le cegaba. ¿Era posible que él le resultara interesante? Tenía que hablarle. ¿Y si iba a la misma ciudad que él? ¿Y si…?
El ruido de la puerta corredera, al abrirse, lo sacóde su ensimismamiento. El revisor entró intempestivamente. Ella le ofreció su billete y el revisor le dijo: “en la próxima estación sube el ocupante de su asiento”. Ella, sin perder su perfil, lomiró implorante. “…a las veinte y treinta y cuatro horas, aun faltan treinta minutos”, añadió el revisor, y se fue.
El, que había seguido toda la escena, se fijó de nuevo en su periódico y...