Idolos Rotos Novela

Páginas: 12 (2876 palabras) Publicado: 6 de marzo de 2015



Ídolos Rotos


PRIMERA PARTE

Capítulo 1

Mil emociones, á cual más intensa, le traían vibran-
do desde el alba: unas tristes, otras alegres, luchaban
todas entre sí, pero sin alcanzar ninguna el predomi-
nio. De aquí cierta confusión, cierta perplejidad risue-
ña, estado semejante al del éxtasis, ó mejor al estado
de alma de quien empieza á despertarse y duerme to-
davía, cuya conciencia enparte responde á los recla-
mos de la vida real, en parte se recoge, obstinada y
feliz, bajo las últimas caricias de un sueño.

Alberto Soria volvía á la patria después de cinco
años de ausencia. Cuando vio la tierra muy cerca, to-
das las memorias de su niñez y juventud, hasta aquel
instante confundidas con muchas cosas exóticas, reco-
braron su primitiva frescura; y desde la cubierta del
buquese dio á reconocer, al través de esas memorias,
la costa y los grises peñascos de la playa, las colinas
áridas medio sumergidas en el mar, ios verdes cocota-
les y las casas del puerto, agazapadas las unas al pie
del monte que sigue la curva costanera, desparrama-
das las otras por la misma falda de! monte, cuesta
arriba. A medida que se acercaba á la tierra y más
claramente distinguía los objetosunos de otros, con
más vigor el pasado revivía en su alma. Casas, árbo-
les, peñascos y algunos lugares muy conocidos de él
evocaban en su espíritu un enjambre de recuerdos.
Ya en tierra, después de haber caído en brazos del
hermano que le esperaba en el muelle, siguió viendo
hombres y cosas á través de los recuerdos, con sus
ojos de cinco años atrás, no habituados al llanto, á la
sombra, ni aldolor, sino hechos á la sonrisa, á la fran-
ca alegría de vivir, á las formas vestidas de belleza y
á la belleza vestida de luces. De pronto se halló pen-
sando en los últimos años de su vida como en un sue-
ño, cuya vaga y esplendorosa fantasmagoría estaba á
punto de apagarse.

Ya el cambio de aspecto de ciertas cosas le recor-
daba su larga ausencia, ya la intacta fisonomía antigua
de otras cosasrepresentábale con tanta viveza el pa-
sado, que le parecía no haber vivido jamás ausente de
la tierruca.

Asi, en esa ambigüedad oscilante de vigilia y de
sueño estaba todavía, horas después de haber saltado
á tierra, en un vagón del tren que le llevaba á la ca-
pital. Sentado contra un ventanillo del vagón, á la
derecha, se asomaba de tiempo en tiempo á ver el
paisaje, y se complacía en admirarsus pormenores,
cuando antes esos mismos pormenores no le llamaban
la atención, ó le causaban hastío de verlos con fre-
cuencia. Si quitaba los ojos del paisaje, los ponía en
el hermano sentado junto á él, y entonces los dos her-
manos se consideraban mutuamente con una mezcla
de curiosidad y ternura. Desde que se abrazaron en
el muelle, á cada instante se miraban y sonreían, sin
que ninguno delos dos hubiera acertado á decir por
qué sonreían. Era tal vez la sorpresa de encontrarse
cambiados, al menos por de fuera, lo que llamaba á
sus labios la sonrisa, pues para entrambos el tiempo
había volado, y ninguno de los dos estaba apercibido
á encontrar mudanzas en el otro. Para Alberto, en
especial, era muy grande la sorpresa. A su partida, el
hermano, cinco años menor que él, era apenas unado-
lescente: el cuerpo, desmirriado, el rostro sin asomos
de barba y de expresión melancólica y mustia. Su
madre, enferma cuando lo dio á la vida, murió meses
después, y en esta circunstancia veían todos el por
qué de su aire pálido y marchito. Ahora aparecía
transformado de un todo: de chico melancólico y frá-
gil se había cambiado en mozo gallardo y fuerte. No
conservaba de su antigua expresiónenfermiza sino una
como sombra de cansancio alrededor de los ojos.
Aparte ese tenue rastro de su antigua endeblez, toda
su persona, vestida con elegancia, y hasta con un poco
de amaneramiento, respiraba la satisfacción de quien
está bien hallado pon el mundo y empapa el ser, alma
y cuerpo, en todas las fuentes de la vida.

Si no con igual sorpresa, Pedro observaba al her-
mano con mayor...
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