Infierno

Sabía que se acercaba al infierno, pero sólo podía querer llegar. Prefería pensar eso, hacer un repaso mental de las cosas que tenía que hacer una vez allí antes que seguir cayendo en la cuenta queel enorme hombre que tenía a su lado no le iba a permitir moverse. Intentó tempranamente cruzar unas palabras que aliviaran la tensión que naturalmente debía de provocarse entre dos hombres adultossentados en asientos pegados con las luces apagadas. No sabe si el tipo respondió. Por la postura de su cuerpo (acaparando todo espacio libre, con su antebrazo apoyado de lleno en el apoyabrazos central,un bigote que también ocupaba gran parte de su labio superior), era claro que la comunicación no fluiría entre ellos. Vio moverse el bigote, que el hombre giró ligeramente la cabeza hacia laizquierda y hacia abajo como para buscarlo, pero no pudo escuchar y mucho menos entender nada. Su pregunta tenía que ver con el probable horario de llegada al infierno. No supo la respuesta, sino hasta quellegó cinco horas después. El hombre masculló unas palabras en un idioma que no logró identificar.
Había tenido mucha espera en el aeropuerto. Había quedado sólo ya de forma inexorable. A su pesartuvo que modificar horarios de su trasbordo. Tuvo también que hablar varias veces con sus clientes para tranquilizarlos. Pero ahora la pesadilla era más real. El ómnibus paró en todos los pueblos queseparaban a la ciudad capital del infierno (San Pedro, Ledesma, Pichanal, Embarcación). Hasta el pueblo del guardián de las llaves de las puertas del cielo estuvo despierto, leyó varias páginas de unlibro de tapas azules, de buena prosa y mejor mirada sobre la vida, la sociedad contemporánea y la soledad. Nunca pudo sin embargo abstraerse del hombretón de bigote que le franqueaba el paso. No teníaganas de ir al baño químico, pero cómo no ir. Tampoco era que tuviera sed, pero se dio cuenta que la sensación de encierro en el colectivo del infierno se parecía peligrosamente a una fobia. A fuerza...