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El nacionalismo se presta para todo tipo de confusiones. Es mejor un mínimo común: el país es donde a uno le toca vivir y punto, sin abjurar de él.
por Alfredo Jocelyn-Holt - 20/09/2014 - 04:00
LEYENDO EN estos días me he topado con dos iluminadoras perspectivas sobre la patria. Ambas llamativas, más que nada sobrias, porque sin pretender ser patrioteras rescatan la idea, laaterrizan. Un bálsamo en estos días de fiestas y conmemoraciones.
Una de ellas es del alemán W. G. Sebald quien, en su libro Sobre la historia natural de la destrucción (1999), nos cuenta que, más que los recuerdos idílicos de su primera infancia, le obsesionan las fotografías o películas documentales de la Segunda Guerra Mundial. No porque la viviera (nació en 1944, un año antes de la caída deBerlín) sino porque siente que hay allí algo ineludible -los bombardeos aéreos que sellaron la debacle final del nazismo- que la generación de sus padres no pudo ni quiso explicarle: “una sombra de la que nunca he salido”. Perverso -lo concede-, pero, así y todo, le evocan “algo así como un sentimiento de patria”.
El otro texto es de Roberto Merino (“Fuera del mundo” con que comienza Pistaresbaladiza, su recopilación de columnas recién aparecida) en que dice que él escribe sobre Chile no porque le parezca “anecdótico ni colorístico ni costumbrista”, sino porque le “atrae naturalmente a causa de que es el lugar del mundo que más conozco y el que tengo más cerca”. Agrega que “no cambiaría a Chile por nada”; los mismos defectos que se le cuelgan se encontrarían seguramente en cualquier otropaís y tiempo. Omitió decir virtudes, pero supongo que fue porque no quería aparecer patriotero en exceso.
Tienen el mérito estos dos autores que explican a la nación en tanto comunidad de origen y destino. Se contentan con un mínimo común máximo: el lugar donde les tocó nacer, vivir, y punto. No la niegan, no abjuran de ella. De hecho, rescatan su significación, porque es una coordenada, un eje,ineludible. Merino suena estoico al respecto. Lo de Sebald sintoniza con la célebre tesis de Ernest Renan: para una nación lo que se olvida y mal interpreta es hasta más crucial que lo que se ensalza.
Dije que lo de ellos, su minimalismo, puede parecer un bálsamo. El nacionalismo se presta para todo tipo de confusiones. Hay quienes creen que Chile es una marca país. Pedro Balmaceda decía conocergente cuya vida no es más que una perpetua canción nacional sin acompañamiento de música. Los hay también que se las dan de antinacionalistas y lanzan “parrasadas” cínicas como eso de que no seríamos país, ni siquiera paisaje (la elocuencia de Alonso de Ovalle y Gabriela Mistral lo desmiente). Hay otros que quieren someter a definición el asunto vía plebiscito, así quizá no los seguirán gobernandotories ingleses o castellano parlantes (“¡ay de la democracia”, decía Borges, una superstición muy difundida, un abuso de la estadística!). Sigue habiendo incluso quienes pretenden extender sus tentáculos sobre otros pueblos porque su “ley” es su nación (Putin en Crimea, el Califato en Irak y Siria, el chavismo bolivariano en Sudamérica). Ante semejantes divagaciones interesadas, Sebald y Merinoal menos dicen sensateces.
¿Hay espacio para la violencia?
por Carlos Meléndez - 20/09/2014 - 04:00
GRUPOS MARGINALES de “antisociales” existen en toda sociedad, pero no toda sociedad genera los incentivos para cultivarlos. La ola de protesta social -como la que ocurre en Chile desde el 2006- ha ampliado los márgenes para conductas rebeldes. La permisividad de las regulaciones enmateria de seguridad y una ineficiente supervisión policial y de inteligencia permiten el escalamiento -en número e intensidad- de formas de contestación cada vez más agresivas. En disonancia con lo expuesto por la Presidenta Bachelet, en Chile -ya hace un rato- se ha abierto espacio para la violencia.
Las acciones terroristas no pueden explicarse sólo por la demencia de sus autores. Si en lo que va...
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