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Buda
A lo largo de los siglos, se ha representado la imagen de buda tantas veces que su efigie nos resulta tan familiar como cualquier otro objeto artístico,incluso en occidente. Solemos verlo sentado sobre sus pierna en actitud meditativa, caracterizado por una protuberancia mas o menos saliente en la cúspide de cráneo y porun lunar piloso entre las cejas cubierto por un vaporoso manto sacerdotal y aureolado su rostro por una serenidad y una dulzura entrañable. Hay algo, sin embargo, quesorprende por encima de todo: para ser un asceta que ha renunciado a los placeres del mundo y que conoce a fondo las miserias humanas, parece excesivamente bienalimentado y demasiado satisfecho.
Es creencia común considerar que los santos llevaban una vida eremítica de lucha y sacrificio en busca de paz interior y así era,efectivamente, en la india que buda conoció, unos quinientos años a.c.la idea de la purificación a través del sufrimiento era usual entre los jóvenes, horrorizados y confusosante la pervecidad de sus contemporáneos. Con frecuencia, abandonaban a sus familias y se refugiaban en las montañas, cubiertos con harapos y con un cuenco de maderacomo única posesión, que usaban para mendigar comida ocasionalmente. Antes de convertirse en buda, que significa el iluminado, Siddharta gautama también practico estasdisciplinas corporales abnegadamente, paro no tardo en decidir que eran ridículas, por que se convertían en un fin en si mismas y solo beneficiaban al eremita,convertido así en un ser cercano a la perfección pero vuelto de espaldas a sus semejantes.
Examinemos los jalones biográficos de buda para comprender mejor su actitud.