INFORME ESTADISTICO
6. La justicia humana v la virtud de lareligión
El intento de subordinar la virtud (le la religión a la virtud cardinal de la justicia es legítimo cuando por esta virtud no se entiende única y principalmente la justicia humana entre los hombres ni la regulación de los simples bienes materiales. Es contrario al pensamiento bíblico considerar la religión como un simple apéndice o prolongación de la justicia. que regula las relacionesde los hombres entre sí.
En la revelación, la idea de la justicia es más bien la de la justicia de Dios que se muestra, ya en sus sentencias de condenación, ya en su indulgencia. La obra más maravillosa de la justicia divina es la justificación del pecador. Ya los profetas proclaman que por su justicia, Dios salva y redime. La revelación más tremenda y feliz de la justicia divina es la muerteredentora de Cristo en la cruz, la cual funda la esperanza del injusto, del pecador, en la justicia salvadora de Dios.
Bíblicamente hablando, en primera línea hay que colocar la santidad y la justicia de Dios, luego la justicia comunicada al hombre por Dios (la cual constituye un don y un deber), y finalmente el cumplimiento del amor a Dios debido por mil títulos de justicia. Sólo entonces vienela justicia entre los hombres, que, bíblicamente, es tal cuando se cumple por consideración a Dios, es decir, por el amor y la obediencia a Dios debida.
El culto rendido a Dios realiza la idea de justicia, no menos que la justicia entre los hombres, pues si la religión no es un contrato entre iguales, ni establece una estricta igualdad entre lo que se da y se recibe, es, sin embargo, el don ydeber más primordial de la " justicia". En este sentido dice Jesús al Bautista: "Conviene que cumplamos toda justicia" (Mt 3, 15).
La justicia de Dios es justicia que se desborda, que derrama beneficios, que se comunica y que justifica cuando al lado de la verdadera culpabilidad descubre aún una brizna de buena voluntad. Así es precisamente la justicia divina, que reparte inmerecidosbeneficios a sus más necesitadas criaturas, aun cuando no les asista ni el más mínimo derecho.
Y, sin embargo, la balanza de la justicia se mantiene en equilibrio, gracias a los méritos sobreabundantes de Cristo. La manifestación de esta divina justicia es la divina actuación del más incomprensible amor.
La reverencia y adoración que a Dios pueda ofrecer la criatura, hija suya, es un estricto deberde justicia. Pero el hombre debe convencerse de que nunca llegará a la medida deseable, o sea a tributarle tanto honor cuanto Él merece, a glorificarlo con una gloria tan aquilatada como la que Él concedió al hombre y le concederá aún.
Debe, pues, el cristiano guardarse de aplicar a Dios y a sus relaciones con Él el mismo concepto de justicia humana, como si fuera unívoco en ambos casos; más biendebe fundir la rigidez de la justicia humana para modelarla a imagen de la divina. Jamás debe reclamarle a Dios ningún derecho, pero tampoco ha de temer que Dios se muestre injusto para con sus buenas obras y sus méritos. Se contentará con saber que, ante Dios, tiene una deuda de gratitud que nunca llega a saldarse, con lo cual mostrará mayor fervor en el agradecimiento, en el amor, en el culto.En este sentido no hay para el cristiano "obras de supererogación". Cuanto más amamos y honramos a Dios, tanto menos hemos de creer que hemos pagado ya parte de nuestra deuda, pues a medida que adelantamos contraemos mayores deudas de amor para con Él. Al límite opuesto consideremos el pecado, la repulsa de la adoración, de la obediencia, del amor a Dios: esto sí que realiza en sentido pleno el...
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