Ingeneria electrica
Antiguamente, cuando lacapital del Atlántico no gozaba del privilegio de la pavimentación, los arroyos tenaces, aparte de no dejar pasar a nadie de una acera a otra mientras corrían, tampoco la dejaban transitar, pues, seformaban charcas, lodazales, cuyos obstáculos impedían cualquier maroma. Hasta las mulas, asnos y demás acémilas típicas de nuestra circulación citadina se resistían. No eran tan “burros” para meterse, enel torbellino y quedarse varados en camino, como lo hacen ciertos buses y automóviles inconsecuentes y testarudos.
Gente había, sí, que se atrevía a pasarlos, pero sufrían las consecuencias delcaso. Muchas familias pudientes tenían que levantar los sardineles de sus casas solariegas, pues, crecía tanto la corriente que se les metía el agua por los zaguanes, portones y ventanas de las quellamaban arrodilladas. Que eran muy bonitas, muy aristocráticas, pero, que, a la hora de los aguaceros se humillaban con el furor de estas cascadas, que, de paso, no venían tampoco muy limpias que digamos,ya que la gente resolvía convertirlas en carros de basura gratuitos y echaban cuanto podían a la corriente.
Costumbre que no ha civilizado todavía a los vecindarios locales, porque aún vemos pasarmuy orondos por la comarca: colchones averiados, zapatos viejos y montones de sacos de basura que, cuando se quedan por ahí atorados forman como una pirámide de “arte abstracto” digna del más...
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