inmensamente eunice

Páginas: 11 (2702 palabras) Publicado: 19 de septiembre de 2013
Inmensamente Eunice:
Andrea Blanqué
1-
Eunice tenía 27 años y pesaba 114 kilos. Apenas un siglo atrás un pintor la hubiese contratado como modelo y podría haberse ganado la vida de ese modo. Ella en cambio había estado buscando trabajo durante largos e inútiles meses, en los cuales sin duda había abierto la vieja heladera con más frecuencia.
Es habitual creer que un gordo ve un promediode once horas de televisión por tarde. A las gordas se les atribuye también la lectura copiosa de revistas del corazón, pero Eunice jamás las hojeaba siquiera. Rara vez probaba las famosas papas chips, y menos aún con los ojos fijos en una brillosa pantalla.
En los tiempos en que buscó trabajo, ningún comercio de comestibles quiso contratarla por temor a que comiese clandestinamente todoaquello que estuviera en unos metros a la redonda. Finalmente Eunice había conseguido un puesto en una tienda de plantas. Sin duda, nadie podía imaginarla probando los helechos o los geranios, ni saboreando rosas amarillas. En cambio ella conocía sobradamente los nombres de las flores y del redondo rostro de Eunice se respiraba un aura de candor. El dueño de la tienda conjeturó que su enorme presenciaen el lugar podía resultar adecuada.
Pasaba entonces Eunice allí las horas, sentada en un taburete de madera. En el grabador sonaba una y otra vez el mismo casete de música new age. A veces Eunice extendía su hinchada mano y acariciaba las hojas de una cretona, suavemente, sintiendo las rugosidades de su superficie en la punta de los dedos. El tiempo se deslizaba, inmenso.
2-
La casa deEunice era un viejo apartamento interior de la calle San José. Los fines de semana Eunice se echaba en la cama con todas sus carnes distribuidas al costado, a la derecha y a la izquierda, y en compacta relación con el colchón se dejaba llevar por los sonidos que provenían del gris pozo de aire. Eran sonidos como surgidos de una gran boca de dios cartaginés: llantos de niños, mujeres acuciadas porla hora del almuerzo, disparos de serial norteamericana, radios mal sintonizadas, hombres protestando.
Pese a sus 114 kilos Eunice nunca cocinaba. Cada sábado, luego de cerrar la tienda, se dirigía a una populosa feria que hormigueaba en el costado del barrio. Allí se detenía, provista de grandes bolsas, básicamente frente a dos puestos clásicos. Uno era el camión de chacinados, que se elevabacon su conglomerado de productos sobre las cabezas de los que esperaban. Colgaban delante de los ojos expectantes de la gente racimos sonrosados de chorizos, rondas infinitas de morcillas con el color de un africano, salamines de piel añeja, butifarras de grasa traslúcida, el costillar de algún animal perdido para siempre, y, a veces, el rostro adormecido de un lechón de orejas tristísimas.Eunice aguardaba su turno y recorría con la mirada la gran acumulación de carne porcina cuyo destino era convertirse en carne humana. Compraba luego un buen surtido de mortadela, bondiola, cabeza de cerdo, paleta y longaniza, y habitualmente -cuando lo había- un espléndido y aromático paté.
Luego , con una de las bolsas ya completa, Eunice se dirigía al puesto de quesos y allí, mientras losnúmeros transcurrían, quedaba ensimismada en los agujeros del laberíntico gruyere, en el aspecto lúdico del putrefacto roquefort, en las tonalidades que iban del amarillo a naranja de la sucesión de quesos colonia, que evocaban con sus nombres un campo verde con la familia de un granjero levantado al alba. Eunice pedía un kilo de manteca, un kilo de dulce de leche, un kilo de mermelada de ciruelas.Observaba cómo los contenidos de los grandes tarros se iban vaciando de su sustancia pegajosa , cómo los dulces restos pugnaban por adherirse a todo.
Después de la visita de estos puestos, a Eunice sólo le restaba la rutina de la panadería. Allí compraba varias piezas de pan casero humeante aún, con forma de cuerno mitológico, y unas cuantas bolsas de leche.
Formidablemente cargada, Eunice...
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