institucional
Cronenberg nos da su particular visión del clima relacional en el que se movían los pioneros del psicoanálisis: Freud, el inventor del método; Jung, primero discípulo
entusiasta y luego disidente; y Sabina Spielrein, que pasó de ser paciente de Jung a ser su amante y posteriormente se separó de él para seguir su propio camino profesional como
psicoanalista en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, en la que realizaría interesantes aportaciones, reconocidas por Freud.
No me interesa aquí hacer una crítica de la película desde el punto de vista cinematográfico. En general está bastante bien documentada (salvo en lo referente a las
escenas sado‐masoquistas de Jung y Sabina, que parecen más bien fruto de la imaginación
del director). Lo que sí me ha dado que pensar es la reacción que ha provocado en muchos psicoanalistas, mayoritariamente de rechazo e indignación. Otros, más ecuánimes, han
destacado que la película no refleja los peligros del método, sino de la imperfección del método en sus momentos iniciales: la historia que relata la película empieza en 1904,
cuando Sabina Spielrein fue internada en la clínica Burghölzli, de Zurich. Allí el joven psiquiatra C.G. Jung la diagnosticó de histeria psicótica y decidió probar con ella el método
de la “curación por la palabra” que acababa de inventar en Viena Sigmund Freud, con quien Jung mantenía correspondencia a raíz de la publicación de La interpretación de los
sueños, en 1900.
Jung, a sus 30 y pocos años, recién casado con una mujer rica, sin ningún análisis previo ni más formación que la lectura de textos de Freud y sus experimentos personales
con las asociaciones de palabras, se lanzó a experimentar con un conejillo de Indias ...
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