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madurez, no logran controlar su mundo emocional y de qué modo las deficiencias de lainteligencia emocional
aumentan el abanico de posibles riesgos, riesgos que van desde la depresión hasta una vida llena de violencia,
pasando por los trastornos alimentarios y el abuso de las drogas.
Estaparte también documenta e xtensamente los esfuerzos reali zados en este sentido por ciertas
escuelas pioneras que se dedican a enseñar a los niños las habilidades emocionales y sociales necesariaspara mantener encarriladas sus vidas.
El conjunto de datos más inquietantes de todo el libro tal vez sea el que nos habla de la investigación
llevada a cabo entre padres y profesores y quedemuestra el aumento de la tendencia en la presente
generación infantil al aislamiento, la depresión, la ira, la falta de disciplina, el nerviosismo, la ansiedad, la
impulsividad y la agresividad, u naumento, en suma, de los problemas emocionales.
Si existe una solución, ésta debe pasar necesariamente, en mi opinión, por la forma en que preparamos
a nuestros jóvenes para la vida. En la actualidaddejamos al azar la educación emocional de nuestros hij os con
consecuencias más que desastrosas. Como ya he dicho, una posible solución consistiría en forjar una nueva
visión acerca del papel quedeben desempeñar las escuelas en la educación integral del estudiante,
reconciliando en las aulas a la mente y al corazón. Nuestro viaje concluye con una visita a algunas escuelas
innovadoras quetratan de enseñar a los niños los principios fundamentales de la inteligencia emocional.
Quisiera imaginar que, algún día, la educación incluirá en su programa de estudios la enseñanza dehabilidades tan esencialmente humanas como el a utoconocimiento, el autocontrol, la empatía y el arte de
escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás.
En su Ética a Nicó maco. Aristóteles...
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