Internacional privado
—Suéltanos —dice Christian a la radio, y de pronto la Piper desaparece y con ella la sensación de arrastre que nosproporcionaba la avioneta.
Flotamos, flotamos sobre Georgia.
Madre mía, qué emocionante. El planeador se ladea y gira al descender el ala, y nos dirigimos en espiral hacia el sol. Ícaro. Eso es. Vuelo cercadel sol, pero él está conmigo, y me guía. Me acelero de pensarlo. Describimos una espiral tras otra y las vistas con esta luz del día son espectaculares.
—¡Agárrate fuerte! —me grita, y volvemos adescender... solo que esta vez no para. De pronto me veo cabeza abajo, mirando al suelo a través de la cubierta de la cabina.
Chillo como una posesa y estiro automáticamente los brazos, apoyando lasmanos en el plexiglás como para frenar la caída. Lo oigo reírse. ¡Cabrón! Pero su alegría es contagiosa, y también yo me río cuando endereza el planeador.
—¡Menos mal que no he desayunado! —le grito.—Sí, pensándolo bien, menos mal, porque voy a volver a hacerlo.
Desciende en picado una vez más hasta ponernos cabeza abajo. Esta vez, como estoy preparada, me quedo colgando del arnés, y eso me hace reírcomo una boba. Vuelve a nivelar el planeador.
—¿A que es precioso? —me grita.
—Sí.
Volamos, planeando majestuosamente por el aire, escuchando el viento y el silencio, a la luz de primera hora dela mañana. ¿Se puede pedir más?
—¿Ves la palanca de mando que tienes delante? —me grita ahora.
Miro la palanca que vibra entre mis piernas. Oh, no, ¿qué pretenderá que haga?
—Agárrala.
Mierda. Meva a hacer pilotar el planeador. ¡No!
—Vamos, Anastasia, agárrala —me insta con mayor vehemencia.
La agarro tímidamente y noto las cabezadas y guiñadas de lo que supongo que son los timones y laspalas o lo que sea que mantenga esta cosa en el aire.
—Agárrala fuerte... mantenla firme. ¿Ves el dial de en medio, delante de ti? Que la aguja no se mueva del centro.
Tengo el corazón en la boca....
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