Interpretar Es Juzgar
Interpretar es juzgar
Traducción: Enrique Lynch
El acto y el arte de la lectura seria conllevan dos movimientos principales; del espíritu: interpretación (hermenéutica) y valoración (crítica, juicio estético). Ambos movimientos son estrictamente inseparables. Interpretar es juzgar. Ningún desciframiento, por muy filológico o textual -en el sentido más técnico del término-que sea, está libre de valores. En correspondencia, ninguna afirmación crítica, ningún comentario estético puede evitar ser, al mismo tiempo, interpretativo. La propia palabra «interpretación», en la medida en que entraña conceptos de explicación, de traducción y de puesta
en acto (como en la interpretación de una parte dramática o de una partitura musical) nos habla de esta múltiple acciónrecíproca.
La relatividad, la arbitrariedad de todas las proposiciones estéticas, de todos los juicios de valor es inherente a la consciencia y el discurso humanos. Se puede decir cualquier cosa acerca de cualquier cosa. La afirmación de que El rey Lear de Shakespeare «no merece una crítica seria» (Tolstoi), o el encontrar que Mozart compone meras trivialidades, son totalmente irrefutables. No se puededemostrar que estos juicios son falsos ni en virtud de fundamentos formales (lógicos) ni por razones sustanciales o existenciales. Las filosofías estéticas, las teorías críticas, subproductos de lo
«clásico» o de lo «canónico», nunca pueden ser sino descripciones más o menos persuasivas, más o menos comprensivas de éste o aquel proceso de preferencia. Una teoría crítica, una estética, es unapolítica del gusto. Trata de sistematizar, de hacer visiblemente aplicables o pedagógicos, un «conjunto» intuitivo, un sesgo de la sensibilidad, el prejuicio conservador o
revolucionario de un observador magistral o de una alianza de opiniones. De
ello no puede haber prueba ni a favor ni en contra. La lectura de Aristóteles y de Pope, la de Coleridge y de Saint Beuve, de T. S. Eliot y de Croce, noconstituyen una ciencia del juicio y de la contraprueba, del adelanto experimental y la confirmación o del falseamiento. Constituyen el juego metamórfico y el contrajuego de la respuesta individual, de (por aplicar la frase engañosa de Quine) la «intuición sin culpa». La diferencia entre e juicio
de un gran crítico y el de un tonto semianalfabeto y censor radica en la gama de referenciasinferidas o citadas, en la lucidez y la fuerza retórica de la articulación (el estilo del crítico) o en el addendum accidental que es propio del crítico, quien tambIén es, por su propio derecho, un creador. Pero ésta
no es una diferencia científica o lógicamente demostrable. Ninguna proposición estética puede ser calificada de «correcta» o de «equivocada». La única respuesta apropiada es el acuerdo o eldesacuerdo personales.
¿Cómo juzgar? ¿Cómo interpretar?
En la práctica real, ¿ cómo hacemos para manejar la naturaleza anárquica de los juicios de valor, la igualdad formal y pragmática de todos hallazgos críticos? Tenemos en cuenta cabezas y, en particular, aquellas que consideramos que deben ser consideradas como cabezas cualificadas y laureadas. Observamos que, a lo largo de los siglosuna gran mayoría de escritores, críticos, profesores y hombres honorables, han juzgado que Shakespeare es un poeta y un dramaturgo de genio y han encontrado que la música de Mozart es a la vez emotivamente enriquecedora y está técnicamente inspirada. A la recíproca, observamos que aquellos que piensan de modo diferente forman una minoría pequeña, literalmente excéntrica, que sus críticas tienenpoco peso y que las motivaciones que suponemos detrás
de su desacuerdo son psicológicamente sospechosas (Jefrey sobre Keats, Hanslick sobre Wagner, Tolstoi sobre Shakespeare). Y una vez reconocido que estas observaciones son perfectamente válidas, continuamos con nuestra tarea de comentario y apreciación literarios.
Una y otra vez, como si surgiera de un irritante crepúsculo, sentimos la...
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