introduccion

Páginas: 19 (4690 palabras) Publicado: 23 de octubre de 2014
--¿No va a subir a verlo? -dice por fin la enfermera. Urania sabe que la pregunta
pugna por salir de los labios de la mujer desde que, al entrar a la casita de César
Nicolás Penson, ella, en vez de pedirle que la llevara a la habitación del señor Cabral,
se dirigió a la cocina y se preparó un café. Lo paladea a sorbitos desde hace diez
minutos.
--Primero, voy a terminar mi desayuno-responde, sin sonreír, y la enfermera baja la
vista, confundida-. Estoy tomando fuerzas para subir esa escalera.
--Ya sé que hubo un distanciamiento entre usted y él, algo he oído -se disculpa la
mujer, sin saber qué hacer con las manos-. Era sólo por preguntar. Al señor ya le di su
desayuno y lo afeité. Se despierta siempre muy temprano.
Urania asiente. Ahora está tranquila y segura.Examina una vez más la ruindad que la
rodea. Además de deteriorarse la pintura de las paredes, el tablero de la mesa, el
lavador, el armario, todo parece encogido y descentrado. ¿Eran los mismos muebles?
No reconocía nada.
--¿Viene alguien a visitarlo? De la familia, quiero decir.
--Las hijas de la señora Adelina, la señora Lucindita y la señora Manolita vienen
siempre, a eso delmediodía -la mujer, alta, entrada en años, en pantalones debajo del
uniforme blanco, de pie en el umbral de la cocina, no disimula su incomodidad-. su tía
venía a diario, antes. Pero, desde que se quebró la cadera, ya no sale.
La tía Adelina era bastante menor que su padre, tendría unos setenta y cinco años a
lo más. Así que se rompió la cadera. ¿Seguiría tan beata? Era de comunión diaria,entonces. --¿Está en su dormitorio? -Urania bebe el último sorbo de café-. Bueno, dónde va a
estar. No, no me acompañe.
Sube la escalera de pasamanos descolorido y sin los maceteros con flores que ella
recordaba, siempre con la sensación de que la vivienda se ha encogido. Al llegar al
piso superior, nota las losetas desportilladas, algunas flojas. Ésta era una casita
moderna,próspera, amueblada con gusto; ha caído en picada, es un tugurio en
comparación con las residencias y condominios que vio la víspera en Bella Vista. Se
detiene ante la primera puerta -éste era su cuarto- y, antes de entrar, toca con los
nudillos un par de veces.
La recibe una luz viva, que irrumpe por la ventana abierta de par en par. La resolana
la ciega unos segundos; después, va delineándosela cama cubierta con una colcha
gris, la cómoda antigua con su espejo ovalado, las fotografías de las paredes -¿cómo
conseguiría la foto de su graduación en Harvard?- y, por último, en el viejo sillón de
cuero de respaldar y brazos anchos, el anciano embutido en un pijama azul Y
Pantuflas. Parece perdido en el asiento. Se ha apergaminado y encogido, igual que la
casa. La distrae unobjeto blanco, a los pies de su padre: una bacinilla, medio llena de
orina.
Entonces tenía sus cabellos negros, salvo unas elegantes canas en las sienes; ahora,
los ralos mechones de su calva son amarillentos' sucios. Sus ojos eran grandes,
seguros de sí, dueños del mundo (cuando no estaba cerca el jefe); pero, esas dos
ranuras que la miran fijamente son pequeñitas, ratoniles y asustadizas.Tenía dientes y
ahora no; le deben haber sacado la dentadura postiza (ella pagó la factura hace
algunos años), pues tiene los labios hundidos y las mejillas fruncidas casi hasta
tocarse. Se ha sumido, sus pies apenas rozan el suelo. Para mirarlo ella tenía que
alzar la cabeza, estirar el cuello; ahora, si se pusiera de pie, le llegaría al hombro.
--Soy Urania -murmura, acercándose. Sesienta en la cama, a un metro de su padre-.
¿Te acuerdas de que tienes una hija?
En el viejecillo hay una agitación interior, movimientos de las manitas huesudas,
pálidas, de dedos afilados, que descansan sobre sus piernas. Pero los diminutos
ojillos, aunque no se apartan de Urania, se mantienen inexpresivos. --Yo tampoco te reconozco -murmura Urania-. No sé por qué he venido, qué hago...
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