Intuicion femenina - isaac asimov
Eso era perturbador. El hecho de que JN-5 fuese un prototipo, el primero que se colocaba en ese campo después de cuatro intentos, era aún más perturbador. El hecho de que JN-5 fuese un tipo de robot totalmente nuevo, muy diferente de todo lo anterior, era inmensamente perturbador. El hecho de que JN-5 hubiese logrado algo antes de su destrucción, algo de una incalculable importancia, yque ese logro pudiera perderse para siempre, resultaba perturbador hasta extremos inconcebibles. Ni siquiera merecía la pena mencionar que, junto con el robot, también había perecido el jefe de robopsicología de la empresa. Clinton Madarian había ingresado en la empresa diez años antes. Durante cinco de esos años estuvo trabajando sin quejas, bajo la gruñona supervisión de Susan Calvin. Labrillantez de Madarian era manifiesta y Susan Calvin lo había ascendido discretamente por encima de hombres con más antigüedad. Jamás se hubiera dignado a darle explicaciones a Peter Bogert, el director de investigaciones, pero dichas explicaciones no eran necesarias. En todo caso, eran obvias. En muchos sentidos, Madarian suponía el reverso de la renombrada doctora Calvin. No era tan obeso como lohacía parecer su papada, pero poseía una presencia arrolladora, mientras que Susan pasaba casi inadvertida. El macizo rostro de Madarian, su melena de cabello rojizo y reluciente, su tez rubicunda y su voz tronante, su risa estentórea y, sobre todo, su aplomo y su avidez para anunciar sus éxitos parecían restar espacio a quienes se encontraban en la misma habitación que él. Cuando Susan Calvin sejubiló finalmente (negándose de antemano a prestar toda colaboración para una cena de homenaje que se planeaba en su honor, con tal firmeza que la jubilación jamás se anunció a las agencias de prensa), Madarian la reemplazó. Llevaba un día en ese puesto cuando inició el proyecto JN. Se trataba del proyecto más costoso que hubiera emprendido nunca la compañía, pero Madarian desechó ese detalle con unsimpático gesto de la mano. -Vale todos y cada uno de los centavos que gastemos, Peter. Y espero que convenzas de ello al consejo de dirección. -Dame razones -dijo Bogert, preguntándose si Madarian se las daría, ya que Susan Calvin jamás había dado razones de nada. Sin embargo, Madarian aceptó y de buen grado y se arrellanó cómodamente en el enorme sillón del despacho del director. Bogert observó...
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