Hace poco más de dos décadas, me encontraba en la isla de Sicilia, visitando a un gran amigo. Ahí conocí a un canadiense, aventurero y militar.Coincidíamos en la trattoria de amigo Fabricio el italiano. En 2003, regresé a la isla. Los años han cambiado muchas cosas. Ahora entrenaba a unjoven italiano para la misión en tierras Sicilianas. Mientras tanto, Fabricio y yo platicamos de la película de Denys Arcand, de los sibaritas dela película, de los intelectuales y analíticos filósofos acompañando a un camarada en la ante sala de la muerte. Ese día ante la mirada del azuldel mar mediterráneo. Seguimos charlando de cosas del mundo. Recordamos al canadiense militar que hace años estuviera con nosotros en Sicilia. Yen lo que ese hombre se convirtió años después. Y su muerte en el barrio chino en 1989.
A Fabricio como a mí, nos pareció interesante lapelícula de Arcad, aún con su mensaje anti imperialista. Y es que el mensaje de amistad entre seres que despiden a un miembro que se nos adelante en elviaje al más allá; es un digno epílogo. Un deseo de paz como el que le di esa tarde a mi amigo Fabricio, junto a aquel joven aprendiz en la isladel Mediterráneo. Fabricio desencarno y nos heredo grandes experiencias de misiones anteriores y la vez me deseó suerte a mi y mi pupilo. Lasúltimas palabras que le dirigí en el lecho de su muerte fueron: “Nunca sueñes con la muerte” porque… nadie muere para siempre, querido amigo.
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