Invite a tus amigos
Había una vez un pastor, que tenía cien ovejas. Todos los días el pastor se levantaba temprano para llevar a sus ovejas hacia los pastos más verdes, en donde la hierba era rica y jugosa y el agua fresca y cristalina.
Al volver a casa, contaba una por una a sus ovejas. Entonces, feliz y satisfecho se iba a dormir.
Un día, al regresar de los pastos, contó a sus ovejitas
-¡99! ¡Diosmío! Noventa y nueve. ¿Dónde estará mi ovejita?
El pastor, que conocía muy bien a todas sus ovejas, se dio cuenta enseguida de que la oveja extraviada era la pequeña Lanitas.
-¡Lanitas, Lanitas!- gritaba sin cesar.
Con mucha pena, guardó a todas sus ovejas y se puso en camino para buscar a Lanitas.
Llegó a una granja y vio a un gallo muy presumido correteando por allí.
- Gallo, gallito de lindo piquito. ¿Has visto pasar por aquí a mi ovejita lanitas?
El gallo, muy altanero respondió:
- No, no, no. Yo no la vi. Tu ovejita Lanitas no pasó por aquí.
El pastor entonces, miró por encima del gallinero.
Miró por debajo del gallinero.
Miró a la derecha del gallinero.
Miró a la izquierda del gallinero.
No, la ovejita Lanitas no estaba allí.El pastor siguió caminando y llegó hasta un montón de heno. Allí un ratoncito jugueteaba con una espiga.
- Ratón, ratoncito de largo rabito. ¿Has visto pasar por aquí a mi ovejita lanitas?
El ratón, muy relamido respondió:
- No, no, no. Yo no la vi. Tu ovejita Lanitas no pasó por aquí.
El pastor entonces, miró por encima del heno.
Miró por debajo del heno.Miró a la derecha del heno.
Miró a la izquierda del heno.
No, la ovejita Lanitas no estaba allí.
El pastor siguió caminando y llego hasta el seto que hacia de muro en la carretera. Allí, un pequeño topo asomaba su hocico.
- Topo, topito, aunque estés cieguito. ¿Has sentido pasar por aquí a mi ovejita lanitas?
El topo, muy ofendido respondió:
- No, no, no. Yo nola vi. Tu ovejita Lanitas no pasó por aquí.
El pastor entonces, miró por encima del seto.
Miró por debajo del seto.
Miró a la derecha del seto.
Miró a la izquierda del seto.
No, la ovejita Lanitas no estaba allí.
El pastor siguió su camino, preguntando a los que encontraba.
-¡Vuelve a casa!-le decían-. ¡Seguro que se la comió un lobo, o estará muerta en el camino! No pierdastu tiempo buscando. Todavía tienes noventa y nueve.
El pastor no hacia caso. Nunca dejaría sola a su ovejita Lanitas. Tenía hambre y sed y frío. Los pies, heridos por las zarzas del camino, le sangraban. Pero, no, no volvería a casa sin su amada oveja.
Subió entonces a una montaña, tan alta, que se divisaba todo el valle. Desde allí, contempló el riachuelo. La pequeña Lanitas estaba en mediode la corriente, temblando de frío y haciendo un esfuerzo por no ser arrastrada Ya apenas tenía fuerzas y sólo podía emitir un balido muy bajito.
El pastor a toda velocidad bajo de la montaña y sin pensarlo dos veces, se arrojó de cabeza al río. En un instante tenía a su ovejita sobre los hombros, la seco, la acarició y besó. Muy felices los dos volvieron a casa. Una vez allí preparó unafiesta muy especial para todas sus ovejas. Y llamando a sus amigos, les invitó a cenar.
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Había una vez un pastor, que tenía cien ovejas. Todos los días el pastor se levantaba temprano para llevar a sus ovejas hacia los pastos más verdes, en donde la hierba era rica y jugosa y el agua fresca y cristalina.
Al volver a casa, contaba una por una a sus ovejas.Entonces, feliz y satisfecho se iba a dormir.
Un día, al regresar de los pastos, contó a sus ovejitas
-¡99! ¡Dios mío! Noventa y nueve. ¿Dónde estará mi ovejita?
El pastor, que conocía muy bien a todas sus ovejas, se dio cuenta enseguida de que la oveja extraviada era la pequeña Lanitas.
-¡Lanitas, Lanitas!- gritaba sin cesar.
Con mucha pena, guardó a todas sus ovejas y se puso en...
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