Isidora Aguirre

ISIDORA: UN RETRATO ENCANTADOR
Oír la nonagenaria voz de una lúcida Isidora Aguirre resulta francamente conmovedor; una mujer cuya vida ha sido tan apasionante como sus obras merece ser retratada,y quién mejor que ella misma, que sin saberlo, se encargó de dibujar los contornos de cada vivencia por medio de su creación, que, de su gusto o no, nos dejan el más sabroso testimonio de su vida.Comedias, dramas y denuncias son parte de su prolífica producción. Isidora pasa de ser una simpática cuenta- historias a la más punzante de las críticas de su propia sociedad.
Corre la década del 20`y una feliz niña se divierte en el seno de una acomodada familia .A medida que crece y comienza a adentrarse tempranamente en el mundo del arte (donde alcanza contacto con importantísimas figurascomo Henry Miller y André Bretón, además de variados círculos de vanguardia) experimenta diversas inquietudes y cambios personales (expresados en su fiel diario de vida) , se cuestiona si seguir con unavida sedentaria y dedicada a la familia, por lo que en 1952, por influencia de su maestro Hugo Miller, se adentra en el maravilloso mundo de la dramaturgia, trascendiendo en sus actividades deilustradora de cuentos infantiles, Asistente Social, cinematógrafa y novelista, labores que se dedica a aprender en distintos momentos de su agitada vida. Su producción parte con tintes de comedia ligerapara luego cuestionarse dicha labor en el contexto en que Chile sufría, y sus obreros clamaban por un poco de justicia social. Con esto Isidora jamás volverá a ser la misma: con obras como PoblaciónEsperanza y ¡Lautaro!, esta mujer le imprimirá sellos brechtianos al teatro nacional, rasgo que lo acompañará por numerosas décadas y hará de ella una de las más fieles exponentes de la idiosincrasiachilena; tal como lo refleja su obra maestra según la crítica (menos para ella): La pérgola de las flores (1960), especie de musical- retrato que ha llevado a cada rincón del planeta sus melodías y un...