italo calvino
Los primeros vertebrados que en el Carbonífero abandonaron la vida
acuática por la terrestre, derivaban de los peces óseos pulmonados cuyas
aletas podían girar debajo del cuerpo y utilizarse como patas en la tierra.
Era evidente que en adelante los tiempos del agua habían terminado
-recordo el viejo Ofwfq-, los que sedecidían a dar el gran paso eran cada
vez más numerosos, no había familia que no tuviera alguno de los suyos en
lugar seco, todos contaban cosas extraordinarias de lo que se podía hacer
en tierra firme y llamaban a los parientes. Entonces a los peces jóvenes
no había quien los contuviera, agitaban las aletas en las orillas de barro
para ver si funcionaban como patas,como había sucedido con los mas
dotados. Pero justamente en aquellos tiempos se acentuaban las diferencias
entre nosotros: había la familia que vivía en tierra desde varias
generaciones atrás, y en la que los jóvenes ostentaban maneras que ya no
eran ni siquiera de anfibios sino casi de reptiles; y había quien se
demoraba todavía en hacerse el pez, e incluso sevolvía mas pez de lo que
había sido ser pez en otro tiempo.
Nuestra familia, debo decirlo, con los abuelos a la cabeza, pataleaba en
la playa sin faltar uno, como si nunca hubiéramos conocido otra vocación.
De no ser por la obstinación del tío abuelo N'ba N'ba, los contactos con
el mundo acuático se hubieran perdido hacia rato.
Si, teníamos un tío abuelopez, y precisamente por parte de mi abuela
paterna, nacida de los Celacantos del Devoniano (de los de agua dulce, los
que al final serian primos de los otros, pero no quiero detenerme en los
grados de parentesco, total nadie consigue seguirlos). Este tío abuelo
habitaba, pues, ciertas aguas bajas y legamosas, entre raíces
protoconiferas, en el brazo de laguna dondehabían nacido todos nuestros
viejos. No se movía jamas de allí: en cualquier estación bastaba asomarse
sobre los estratos de vegetación mas fofos hasta sentir que uno se hundía
en suelo mojado, y allí abajo, a pocos palmos de la orilla, veíamos la
columna de burbujitas que mandaba arriba bufando, como hacen los
individuos de edad, o la nubecita de fango queraspaba con su hocico
agudo, siempre hurgoneando, mas por costumbre que por buscar algo.
-¡Tio N'ba N'ba! ¡Venimos a verlo! ¿Nos esperaba?- gritábamos, chapoteando
en el agua con las patas y la cola para atraer su atención -. ¡Le hemos
traido insectos nuevos que crecen donde vivimos! ¡Tío N'ba N'ba! ¿Vio
alguna vez cucarachas tan grandes? Pruebe, a ver si le gustan ... -!Con esas cucarachas hediondas pueden limpiarse las verrugas asquerosas
que tienen en el lomo!
- La respuesta del tío abuelo era siempre una frase de este tipo, o quizás
mas grosera todavía; siempre nos recibía así, pero no le hacíamos caso
porque sabíamos que al cabo de un rato terminaba por calmarse, agradecer
los regalos y conversar con tono mas cortes. -¿Que verrugas, tío N'ba N'ba? ¿Cuando nos ha visto una verruga?
Eso de las verrugas era un prejuicio de los viejos peces: que a nosotros,
que vivíamos en lugar seco, nos habían salido en todo el cuerpo muchísimas
verrugas que rezumaban un liquido, lo cual era cierto, si, pero solo para
los sapos, que nada tenían que ver con nosotros; al contrario, nuestra
piel era lisa y resbalosa como jamas la había tenido ningún pez; y el tío
abuelo lo sabia perfectamente, pero no renunciaba a enjaretar en sus
discursos todas las calumnias y las prevenciones en que se había criado.
Ibamos a visitar al tío abuelo una vez al año, toda la familia al mismo
tiempo. Era también una ocasión para encontrarnos todos, dispersos como
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