Iutissima Tellus
Páginas: 23 (5546 palabras)
Publicado: 13 de mayo de 2014
IUSTISSIMA TELLUS
POR ALFREDO DI PIETRO
O fortunatos nimium, sua si bona norint,
agricolas! quibus ipsa, procul discordibus armis,
fundit humo facilem victum iustissima tellus *.
(Virgil., Georg., II, v. 458/460)
En dos párrafos distintos, Cicerón, con frases asertivas y concluyentes, nos indica cuál es la mejor tarea que puede cumplirel hombre en la tierra. El primero de ellos corresponde a su De Officiis (I, cap. 42), donde nos dice que “omnium autem rerum ex quibus aliquid acqui ritur, nihil est agricultura melius, nihil uberius, nihil dulcius, nihil homine libero dignus”1. En cambio, en el segundo, que corresponde a su De Re publica (1, 7) señala que “neque enim est ulla res, in qua proprius ad deorum numen virtus accedathumana quam civitates aut condere novas aut conservare iam conditas”2. Parecería en principio que hay una contradicción entre estos dos ideales rectores, máxime teniendo en cuenta que si todos los romanos hubieran cumplido estrictamente el ideal “agrícola” manifestado en el primero de dichos párrafos, hubiera sido prácticamente imposible la existencia del Imperio Romano, meta última del ideal“político” ensalzado en el segundo. En efecto, la otra figura del agricultor descripta con tanta añoranza por Claudiano cuando el Imperio veía aproximarse su última hora, como aquel “sin experiencia en los negocio, desconocido para el mundo”, que “nunca contempló el pueblo vecino”, por cuanto “a su vista se presentan objetos más nobles: hermosos campos floridos y el bello cielo estrellado”3, parece muybien la antípoda del activo hombre romano, a quien Virgilio señala como destino el desvanecer, la soberbia de los pueblos sometiéndolos a la orden de la “pax romana” (“tu regere imperio populos, Romane, memento...”, En., VI, 851 y ss.)4.
Sin embargo esta contradicción que surge superficialmente entre el ideal “agrícola” y el ideal “político” aparece ampliamente superada por un común denominadorque los relaciona íntimamente y que está dado por la función creativa del “fundar” (condere). En efecto, si analizamos la actividad del agricultor romano, vemos que representa algo mucho más profundo que la mera prosecución y aprehensión económica del fruto, para pasar a ser una verdadera experiencia espiritual5, por medio de la cual el tosco labriego, mediante el sudor de su rostro (laborimprobus) logra orientar las fuerzas creadoras de la tierra y establecer una nueva dimensión que la “natura” por sí sola no tiene6. Por ello, la objetividad creada de la planta o de las espigas de trigo o de los racimos de la vid representa un “opus” que el hombre crea como sublimación glorificativa de la tierra, por cuanto es siempre un “plus” que se agrega al “datum”, de tal modo que la verticalidadde los tallos que se yerguen hacia lo alto es el resultado de un acto fundacional por el cual la tierra, antes yerma o mostrando silvestremente sus potencias, se ve ahora humanizada por el trabajo del hombre y planificada por el desarrollo completo de sus propiedades intrínsecas, que de no actuar el agricultor permanecerían ignotas.
La “agri- cultura” es, pues, la “humanitas” aplicada al campopara producirlo, y representa entonces el primer nivel de las posibilidades que tiene el “homo conditor”7. Pero ocurre que allí no resulta agotada esa función, que se ve continuada por otra actividad, de un nivel superior y mucho más excelso, que no niega al de la agricultura sino que considera a éste como su presupuesto necesario y por ello se apoya en él, y que es el de fundar ciudades y conservarlas ya fundadas. Parece ser, en efecto, una característica natural de los pueblos agricultores el que luego de haber cumplido una primera fase de labor, necesiten fijar de una manera más acentuada su relación espacial, de tal modo que sus obras tienden en este segundo plano a desarrollar una continuidad perenne con pretensiones ilimitadas en el tiempo; precisamente, los agricultores, que son...
POR ALFREDO DI PIETRO
O fortunatos nimium, sua si bona norint,
agricolas! quibus ipsa, procul discordibus armis,
fundit humo facilem victum iustissima tellus *.
(Virgil., Georg., II, v. 458/460)
En dos párrafos distintos, Cicerón, con frases asertivas y concluyentes, nos indica cuál es la mejor tarea que puede cumplirel hombre en la tierra. El primero de ellos corresponde a su De Officiis (I, cap. 42), donde nos dice que “omnium autem rerum ex quibus aliquid acqui ritur, nihil est agricultura melius, nihil uberius, nihil dulcius, nihil homine libero dignus”1. En cambio, en el segundo, que corresponde a su De Re publica (1, 7) señala que “neque enim est ulla res, in qua proprius ad deorum numen virtus accedathumana quam civitates aut condere novas aut conservare iam conditas”2. Parecería en principio que hay una contradicción entre estos dos ideales rectores, máxime teniendo en cuenta que si todos los romanos hubieran cumplido estrictamente el ideal “agrícola” manifestado en el primero de dichos párrafos, hubiera sido prácticamente imposible la existencia del Imperio Romano, meta última del ideal“político” ensalzado en el segundo. En efecto, la otra figura del agricultor descripta con tanta añoranza por Claudiano cuando el Imperio veía aproximarse su última hora, como aquel “sin experiencia en los negocio, desconocido para el mundo”, que “nunca contempló el pueblo vecino”, por cuanto “a su vista se presentan objetos más nobles: hermosos campos floridos y el bello cielo estrellado”3, parece muybien la antípoda del activo hombre romano, a quien Virgilio señala como destino el desvanecer, la soberbia de los pueblos sometiéndolos a la orden de la “pax romana” (“tu regere imperio populos, Romane, memento...”, En., VI, 851 y ss.)4.
Sin embargo esta contradicción que surge superficialmente entre el ideal “agrícola” y el ideal “político” aparece ampliamente superada por un común denominadorque los relaciona íntimamente y que está dado por la función creativa del “fundar” (condere). En efecto, si analizamos la actividad del agricultor romano, vemos que representa algo mucho más profundo que la mera prosecución y aprehensión económica del fruto, para pasar a ser una verdadera experiencia espiritual5, por medio de la cual el tosco labriego, mediante el sudor de su rostro (laborimprobus) logra orientar las fuerzas creadoras de la tierra y establecer una nueva dimensión que la “natura” por sí sola no tiene6. Por ello, la objetividad creada de la planta o de las espigas de trigo o de los racimos de la vid representa un “opus” que el hombre crea como sublimación glorificativa de la tierra, por cuanto es siempre un “plus” que se agrega al “datum”, de tal modo que la verticalidadde los tallos que se yerguen hacia lo alto es el resultado de un acto fundacional por el cual la tierra, antes yerma o mostrando silvestremente sus potencias, se ve ahora humanizada por el trabajo del hombre y planificada por el desarrollo completo de sus propiedades intrínsecas, que de no actuar el agricultor permanecerían ignotas.
La “agri- cultura” es, pues, la “humanitas” aplicada al campopara producirlo, y representa entonces el primer nivel de las posibilidades que tiene el “homo conditor”7. Pero ocurre que allí no resulta agotada esa función, que se ve continuada por otra actividad, de un nivel superior y mucho más excelso, que no niega al de la agricultura sino que considera a éste como su presupuesto necesario y por ello se apoya en él, y que es el de fundar ciudades y conservarlas ya fundadas. Parece ser, en efecto, una característica natural de los pueblos agricultores el que luego de haber cumplido una primera fase de labor, necesiten fijar de una manera más acentuada su relación espacial, de tal modo que sus obras tienden en este segundo plano a desarrollar una continuidad perenne con pretensiones ilimitadas en el tiempo; precisamente, los agricultores, que son...
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