Ixmuxané Nos Visita

Diario de la visita de Ixmucané: Tres días en la vida de Ixmucané
Juan Francisco González Z. Quetzaltenango, Guatemala. Universidad Mesoamericana
Primer día
“Hoy, 8 de diciembre 2012, 5:45 a.m., desperté de un largo sueño en mi tierra del Quetzal, en Xelajuj Noj. Tenía enormes deseos de visitar los lugares que siempre amé cuando era niña, cuando vivía con mis abuelos y mis hijos, Hunapú eIxbalanqué, cuando las aldeas y los pueblos mayas empezaban a nacer. El león, el quetzal, el coyote, el águila y la serpiente emplumada nos cuidaban y nos indicaban el tiempo de las siembras y de la cosechas del maíz amarillo, blanco, negro y rojo. Con ellos, -mi familia, mi comunidad y mis animales-, recorríamos bosques, ríos, montañas y volcanes, comíamos de los frutos del bosque y a la sombra de laceiba y ribera del río Samalá tomábamos agua cristalina, veíamos los peces de distintos colores que nos saludaban y se deslizaban al fondo del río azul, -que según recuerdo hoy, con dolor y amargura, se tiñó de sangre
cuando los hombres blancos, no apreciaron el valor y la sabiduría de Tecún Umán y lo mataron cobardemente para apropiarse de nuestras riquezas-“.
“Hoy algunos me recuerdan como laabuela Ixmucané. Cuando era joven me llamaban “princesa“ o “mujer bella“, el significado de mi nombre en idioma maya quiché. En ese tiempo existían mujeres bellas que se dedicaban al arte, a la música y a la danza. Y los hombres, los “achí y ajaw“, estaban ocupados en el trabajo duro, en la construcción de templos, residencias para mi pueblo, siembra de maíz y cacao, y especialmente a la lecturadel tiempo y del espacio y a la sabiduría creadora de los cuatro puntos cardinales de nuestra tierra y de nuestro universo. Teníamos una gran civilización. Escuché que los expertos de este tiempo -tan raro para mí-, dicen que existe una “crisis de civilización“. Ojalá hubieran aprendido de nosotros, los de la tierra del Mayab y de la nación Tawantinsuyo allá en el sur“.

Segundo día
“Hoy 12 dediciembre 2012, 16:00 horas, quiero registrar con temor y temblor lo que observé durante estos primeros cuatro días de mi visita. Me sorprendió y fue difícil contener mi llanto y estremecimiento cuando encontré a mi gente, -aún conservan mi color, mi estatura-, pero no la alegría y bienestar que teníamos hace cientos de años. Los sentí tristes, desesperados, tan ocupados en sobrevivir que pasaroninadvertida mi presencia, no me miraron a los ojos, como lo hacíamos en mis tiempos, cuando nuestros ojos brillaban de paz y esperanza. Percibí su amargura, su voz y sus necesidades. Son tan pobres, tan pobres que no me ofrecieron un vaso de agua o una taza de chocolate, la bebida de los dioses que compartíamos con los visitantes de otros clanes y ethnias cuando viví en estas tierras.
“Observéque las familias viven en los lugares más pobres e inhóspitos, lejos de las luces y bullicio de las ciudades y de las tierras fértiles -nuevas para mí, no logro acostumbrarme a estos gigantes nocturnos que no duermen en la noche, con sus máquinas, programas de cable y televisión-, sin las comodidades que teníamos: agua, bosques, sembrados de maíz, verduras, flores y árboles frutales. Me sorprendíencontrarlos encerrados en sus casas, sin comida, sin trabajo y sin futuro. Intenté dialogar con una familia, descendientes de la casa de Utatlán, y éstas fueron sus palabras:
- “Abuelita Ixmucané, nos conmueve tu visita, y queremos decirte, que después de tu muerte y del éxodo de nuestros pueblos, nuestra gente quedó en manos de los grandes señores que vinieron del otro lado del mar. De los milesy millones que habitaron la Tierra del Mayab, sólo quedamos un pequeño resto, los otros cambiaron de identidad, emigraron al norte y otros murieron de desesperación. Ahora no somos dueños de las tierras de nuestros padres, nos obligaron a retirarnos de nuestros sitios sagrados y de las tierras que manan leche y miel, y -¡aquí estamos!-.
- “Nuestros rostros y cuerpos no reflejan lo que tenemos...