Jack Cristina Brocos
Portada
Dedicatoria
Agradecimientos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Biografía de la autora
NotasCréditos
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A los seres indefensos, víctimas de la brutalidad humana
Agradecimientos
A mi querida agente, Marta Sevilla (Agencia Literaria Zarana), quien
tiene toda la serenidad que a mí me falta, quien tan buenos consejos me da
y quien me infunde ánimos cuando me siento decaer y pienso en tirar la
toalla. ¡Qué suerte he tenido de encontrarte, Marta!
A mieditora en Esencia (Planeta), Esther Escoriza, por confiar en mí,
por creer en mi novela y por darme esta oportunidad que agradezco en el
alma.
Al doctor Carlos Vicario (doctorado en Medicina y Cirugía por la
Universidad Complutense de Madrid y actualmente jefe de sección de la
Unidad de Cirugía de Columna en el hospital Nuestra Señora del Prado de
Talavera de la Reina), porrescatarme de ese mar de la información
llamado internet y en el que me sentía al pairo. Gracias por tu
profesionalidad, tus conocimientos y tu paciencia infinita. ¡Ha sido un lujo
contar con tu ayuda! (Cualquier error sólo es achacable a mí.)
1
Se llamaba Juan José, pero todos le llamaban JJ. Su aspecto era como
el de cualquier otro niño, de piernas largas como palillosy brazos largos
como palillos. Había nacido en una familia como otra cualquiera, pero en
su interior se estaba formando un terremoto de sentimientos.
Fue al alcanzar la pubertad cuando el epicentro del terremoto
comenzó a vibrar y alteró sus hormonas, que tomaron el mando de su
cuerpo y le dirigieron en direcciones hasta entonces nunca exploradas. JJ
no sabía qué le ocurría,sólo sabía que tenía hambre. Un hambre que con
nada se saciaba. Un hambre que le despertaba en mitad de la noche y
dirigía sus pasos hacia la nevera. Un hambre que le dominaba por
completo. Un hambre que le atormentaba.
Hasta que una noche de escaramuzas en busca de algo que se la
aplacara, descubrió la fuente del placer: el chocolate. En él encontróla
calma. Sólo él conseguía aminorar un poco sus ansias, y comerlo se
convirtió en su gran pasión, en su droga, en su válvula de escape, en su
refugio, en su liberación. A ninguno le hacía ascos, todos le gustaban:
blanco, negro, con leche, con avellanas, relleno, con almendras... Pero
había uno en especial que le robaba el alma: el de dulce de leche;el más
delicioso, el más sensual, el más adictivo. Cuando lo sentía deshacerse en
su boca era... como tocar el cielo.
Y fue así, dejándose llevar por semejante manjar de los dioses, como
su cuerpo comenzó a experimentar un cambio tan radical que a su propia
madre, en ocasiones, le costaba reconocerle bajo aquella capa de grasa
que recubría sus huesos. De su padre recibió lo...
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