jaklj

Páginas: 200 (49986 palabras) Publicado: 11 de marzo de 2014
La leyenda del Cid
Basado en el Cantar de Mio Cid, anónimo.
Adaptación de Agustín Sánchez Aguilar


1. LA LEY DEL HONOR. Dicen que cada vez que nace un héroe, la tierra tiembla de pura alegría y el cielo de la noche se ilumina con un sinfín de estrellas nuevas. Pero debe de ser una leyenda de esas que cuentan los malos juglares, porque cuando nació el Cid Campeador no hu­bo prodigios ni enla tierra ni en el cielo. El sol salió y se escon­dió como siempre, las aguas de los ríos bajaron con calma, y en el paisaje dorado de los campos no se vio más movimiento que el del trigo mecido por la brisa. A decir verdad, lo único que cau­só cierto asombro fue la entereza del recién nacido. Lloraba muy poco, y miraba las cosas con el gesto severo de un adulto acos­tumbrado a las penalidades dela vida. Cuando su padre lo abra­zó por vez primera, sintió con fuerza el orgullo de su sangre. Sa­bía que aquel niño iba a dejar una huella profunda en el mun­do, así que le anunció con voz solemne:
-Te llamarás Rodrigo, y serás sin duda un gran caballero. Rodrigo Díaz nació en Vivar, una aldea luminosa pero hu­milde que quedaba muy cerca de Burgos. Era hijo del infanzón Diego Laínez,1 que habíaservido durante muchos años al rey Fernando de Castilla2 y había ganado fama de gran capitán a fuerza de arriesgar su vida en el combate.

En los tiempos en que nació su hijo Rodrigo, don Diego era temido en todas partes por su arrojo sin límites, pero los sacrificios de la guerra acabaron por arruinarle la salud. Cuando llegó a la vejez, apenas podía con el peso de su alma, respiraba condificultad y vacilaba cada vez que daba un paso. Con sus barbas blancas y sus hombros cargados, el viejo don Diego parecía una sombra de lo que había sido. Sin embargo, seguía conservando toda la inteligencia de sus años jóvenes, de modo que el rey Fernando lo llamó a la corte y le dijo:
—Quiero que seáis mi consejero. Os tengo por un hombre juicioso y prudente, y sé que siempre me diréis la verdad.Fue una decisión sabia, pues don Diego ejerció a la perfección el difícil papel de consejero. Gracias a sus buenos servicios, se convirtió en un hombre indispensable en palacio. Pero, por eso mismo, le salieron algunos enemigos, ya que la corte es un avis­pero donde manda la envidia. El que peor lo miraba era el conde de Orgaz, un asturiano orgulloso y rico que rondaba los cin­cuenta años. Elconde se tenía a sí mismo por el mejor caballero de Castilla, así que no podía entender que don Fernando le hu­biese confiado a otro el cargo de consejero. Cierto día, al ver al rey charlando con don Diego, el conde sintió un arrebato de cólera que le quemaba por dentro como un tizón encendido, y entonces dijo con mucha rabia:
—Majestad, no entiendo cómo podéis confiar tanto en el pobre don Diego.¿Acaso no veis que está más muerto que vivo?

La ofensa era grave, pero don Diego prefirió no replicar, pues conocía el mal carácter del conde y su odiosa costumbre de ha­blar más de la cuenta. «Dos no discuten si uno no quiere», se di­jo, de modo que guardó silencio, pensando que el conde acaba­ría por pedirle perdón. Pero sucedió todo lo contrario, porque el de Orgaz andaba tan fuera de síque no había forma humana de hacerle entrar en razón. No sólo amenazó a don Diego varias veces, sino que lo acusó de haber engañado al rey con los enre­dos de su palabrería. Pero lo peor fue que de pronto, arrastrado por el torrente incontenible de su cólera, el conde dio un paso hacia delante, levantó la mano hasta la altura de su cara y le sol­tó a don Diego un bofetón terrible que sonó como unviolento chasquido de látigo.
—Esto es lo que opino, Majestad —dijo el conde—, del hom­bre al que tanto favorecéis.

El silencio que siguió fue tan denso que habría podido oírse el vuelo de los ángeles. Desconcertado por lo sucedido, el rey no acertó a decir nada, aunque su enfado era más que evidente. ¿Acaso el conde había perdido la cabeza? ¿Cómo se le ocurría maltratar a don Diego? En aquel...
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