Jamas se acabara esto
Observé por una de las ventanas del edificio de oficinas en el que me encontraba ypude ver la columna de humo negro. Las imágenes en todos los medios me hacían evocar el mismo tipo de imágenes que guardo en mi cabeza sobre el once de Septiembre o sobre aquellas fotografías de Londresardiendo en la segunda guerra. Y permítanme aclarar para no prestarme a malos entendidos. Me refiero a ese tipo de imágenes que te sacude los nervios, que te despierta, que te quema, que te jode.Cuando llegué a mi casa después de sortear un tráfico evidentemente inusual y causado por la tragedia encendí la televisión. Todos los canales locales cubrían la nota. Reporteros hambrientos einsensibles a la tragedia hacían preguntas indiscretas, de evidente respuesta, de limón en la llaga, de morbo. Particularmente un reportero de apellido Plata. Cazando lágrimas. Causando lágrimas. “¿Entoncestodavía no pierde la esperanza?” Le preguntaba a una mujer cuyo marido había quedado atrapado al interior de la casa de apuestas. ¿Qué esperaba oír?
En mi cabeza comencé a imaginar aquellos momentosde pánico. Mientras escuchaba a políticos de todos los niveles rechazar su responsabilidad en el asunto, responsabilizar públicamente a algún otro funcionario ó simplemente jugar al típico cantinfleopolítico de no contestar con un sí o un no determinante y sencillo ante preguntas que no requieren la inclusión de un contexto para responderse. Pareciera que a todos los enseñan a no comprometerse...
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