jane Eyre

Páginas: 716 (178803 palabras) Publicado: 16 de diciembre de 2015
Singular desde su complicada infancia de huérfana, primero a cargo de una tía
poco cariñosa y después en la escuela Lowood, Jane Eyre logra el puesto de
institutriz en Thornfield Hall, para educar a la hija de su atrabiliario y peculiar
dueño, el señor Rochester. Poco a poco, el amor irá tejiendo su red entre ellos,
pero la casa y la vida de Rochester guardan un estremecedor y terriblemisterio.

Charlotte Brontë

Jane Eyre
ePub r1.0
Titivillus 08.02.15

Título original: Jane Eyre
Charlotte Brontë, 1847
Traducción: Elizabeth Power
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2

Prefacio
Al no ser necesario hacer un prefacio a la primera edición de Jane Eyre, no lo hice.
Esta segunda edición requiere unas palabras, tanto de agradecimiento como de
comentario diverso.
Debo expresar miagradecimiento a tres sectores.
Al público, por su indulgencia al aceptar una narración sencilla con pocas
pretensiones.
A la prensa, por su honrado apoyo a un aspirante desconocido.
A mis editores, por su ayuda y su tacto, su energía, su sentido práctico y su
generosidad para con un autor desconocido sin recomendaciones.
La prensa y el público solo son personificaciones imprecisas para mí, y debo
darleslas gracias de forma imprecisa; pero mis editores son de carne y hueso, como
también lo son ciertos críticos magnánimos, que me han alentado como solo las
personas nobles de gran corazón saben animar a un luchador desconocido. A estas
personas, es decir, a mis editores y a estos buenos críticos, les digo: caballeros, les doy
las gracias desde el fondo de mi corazón.
Habiendo mencionado de estaforma lo que les debo a aquellos que me han
ayudado y aprobado, dirijo mi mirada a otro grupo; un grupo pequeño, por lo que sé,
pero no por eso debo descuidarlo. Me refiero a unos cuantos timoratos o criticones
que desconfían de tales libros como Jane Eyre, a cuyos ojos, todo lo que se sale de lo
común está mal; y cuyos oídos detectan, en todas las protestas contra la intolerancia —
padre de tododelito—, una ofensa contra la piedad, regente de Dios sobre la tierra. A
estos recelosos, quisiera proponer algunas distinciones evidentes, y recordarles ciertas
verdades básicas.
El convencionalismo no es la moralidad. La santurronería no es la religión. Atacar
aquella no es defender esta. Quitarle al fariseo su careta no significa alzar la mano
contra la Corona de Espinas.
Estos asuntos y hechosson diametralmente opuestos; son tan diferentes como lo
son el vicio y la virtud. Los hombres los confunden con demasiada frecuencia; no
deberían hacerlo; las apariencias no deben confundirse con la verdad; las rígidas
doctrinas humanas, que tienden a alborozar y regocijar a solo unos pocos, no deberían
sustituir el credo redentor de Cristo. Existe —repito— una diferencia; y es una acción
buena, nomala, marcar fuerte y claramente la línea divisoria entre ambos.
Puede que al mundo no le agrade ver separadas estas ideas, pues siempre ha
acostumbrado a mezclarlas, prefiriendo que los signos externos se hagan pasar por el

valor intrínseco, y dejar que los muros blanqueados se tomen por pulcros santuarios.
Puede que odie a los que se atreven a examinar y desenmascarar —a levantar el
oropelpara descubrir el vil metal— a penetrar el sepulcro y mostrar los restos
mortales; pero, por mucho que quiera odiarlos, está en deuda con ellos.
A Ajab no le agradaba Miqueas, porque no le vaticinaba nunca nada bueno, sino
solo malo: probablemente le gustase más el hijo adulador de Quenana. Sin embargo,
Ajab hubiera podido librarse de una muerte cruenta si hubiera hecho oídos sordos a la
adulaciónpara escuchar buenos consejos.
Existe hoy día un hombre cuyas palabras no las plasma para deleitar oídos
delicados, quien, a mi modo de ver, se presenta ante los grandes de la sociedad como
se presentó antaño el hijo de Jimla ante los reyes de Judá e Israel, y dice una verdad
tan profunda como aquel con una fuerza igualmente profética y vital y un porte tan
intrépido y osado como el suyo. ¿Es...
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