Jesus Sanchez Adalid Alcazaba
SINOPSIS
Judit, conocida por todos como la Guapísima por su extraordinaria belleza, aún no ha cumplido los veinticinco años cuando enviuda de Aben Ahmad al-Fiqui, un musulmán con el que su padre la casó por conveniencia. Tras su muerte, Judit, de origen judío, decide buscar nuevo marido, pero es rechazada tanto por musulmanes como por judíos debido a la situación extrema que se vive en Mérida,una ciudad donde imperan las revueltas y las rencillas y donde todos se toleran pero se temen. La calma tensa que preside la relación entre árabes, beréberes, muladíes, judíos y cristianos muy pronto se resquebrajará. La rivalidad y el miedo, además de la codicia de los gobernantes y los feroces tributos anuales que deben rendir a Córdoba hará que se rebelen contra el poder central de AbderramánII.
Unidos por su odio hacia el emir de Córdoba se aliarán para derrocar el poder detentado en Mérida por el gobernador Marwán y liberarse de su yugo, pero Abderramán II mandará uno de los mayores ejércitos jamás vistos para someter a sangre y fuego a la ciudad… «Destruiré aquella Mérida orgullosa y rebelde. Iré allá y desharé sus murallas contumaces; ¡a cenizas y polvo las reduciré! Solo habráallí desolación y piedras…»
En esta épica y colosal novela se entrecruzarán las vidas de personajes inolvidables como Muhamad, el hijo de Marwán, que reparte su amor entre Judit, la Guapísima, y Adine, la prima de Judit; el duc Claudio, máximo representante de los cristianos, o el emir Abderramán II, un monarca culto y refinado a la par que cruel y vengativo.
Jesús Sánchez Adalid
Alcazaba
Ami sobrino Álvaro, que nació cuando concluía esta novela y que, por esas cosas de la vida, será emeritense
«¡Ay de Mérida! La ciudad rebelde que yergue su arrogante cabeza contra el destino…»
(Tomado del Nafh al-Tib, de Al Maqqari)
«Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallasy baluartes: Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,que observa la lealtad; su ánimo estáfirme y mantiene la paz.»
(Isaías 26, 1-3)
1
Todos los parientes, amistades y buenos conocidos de Aben Ahmad al-Fiqui se reunieron en su casa cuando se enteraron de que había muerto. Las mujeres hacían manifestación de duelo con alaridos y alabanzas al difunto. Cada vez que una de ellas gritaba, enseguida era contestada por las demás y se organizaba el llanto. Se agolpaban a la puerta de laalcoba, sin atreverse a entrar, y contemplaban el cadáver derramando lágrimas y exhibiendo muecas de dolor.
—¡Mirad al desdichado! ¡Qué poca cosa es para los mortales, pero qué grande para la misericordia de Allah!
—¡Grande es Dios! ¡Paz y misericordia para Aben Ahmad al-Fiqui! ¡Allah irhamo! (Dios sea misericordioso) ¡Allah isalmek! (Dios otorgue la paz).
El muerto yacía de costado, encogido, demanera que las rodillas se le juntaban con el pecho. Tenía aún los ojos abiertos y una hilera de babas se le descolgaba desde el labio inferior hacia la barba canosa y lacia. El cuerpo tan seco apenas abultaba bajo la sábana que lo cubría. Junto al lecho solo estaba la viuda, la única de las mujeres que permanecía en silencio: Judit al-Fatine, conocida por todo el mundo en Mérida como la Guapísima, porsu belleza verdaderamente extraordinaria; aún no había cumplido los veinticinco años y era alta, de hermosa piel trigueña, cabellos dorados, ojos color miel y un aspecto tan sano como el pedernal. Incluso allí, junto a la penosa imagen del cadáver de su marido, admiraba verla, vestida con una sencilla juba de lino crudo y un velo color canela.
Sería por esta presencia deslumbrante de Judit yporque atraía todo tipo de miradas por lo que el anciano Ferján, tío del difunto, se acercó a ella y le dijo entre dientes:
—Anda, mujer, sal de la alcoba y ve a recogerte, que los hombres debemos ocuparnos del cuerpo.
Ella, obediente, se puso en pie y salió exhibiendo la amenidad plena de su esbelto talle, la delicadeza de su caminar y una expresión pálida y ausente en el preciosísimo rostro....
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