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Besó mi cabello y esperamos a aterrizar sobre la ciudad de Londres. Al llegar, Jason y yo fuimos directo por nuestras maletas y salimos a la sala de arribar.


—Señorita Jackson, ¿me permite su maleta?

—¿Qué? —no tenía ni idea de quién era.

—Él llevará nuestras maletas, cariño—rió Jason y me las quitó para entregárselas al hombre de traje.


Una limusina nos llevó directo alhotel—obviamente, cinco estrellas—. Jamás me acostumbraría a todos esos lujos. El botones nos dirigió a nuestra habitación, y nos dejó solos para que entráramos. Era de verdad, inmensa: una cama queen size, burós de cada lado de esta, lámparas colgando desde el techo, y sobre todo los muebles de madera color chocolate; un baño hasta el fondo donde había una tina, una regadera, un jacuzzi y un lavabohermoso. Sí, creo que era una suite. También había una mini cocina integrada, un pequeño comedor y sala de televisión.


—¿Algo más, Jason?

—No, así está bien—dijo. Sabía a qué me refería, era como si hubiera leído mi mente.


Estaba un poco cansada, por eso me recosté en la cama y quité mis tenis, no hacía tanto frío en la habitación gracias a la cara calefacción.


—Cariño, ¿gustas un café?—me preguntó Jason desde la cocina.

—No gracias, cariño.


Apenas habíamos llegado y ya estaba aburrida también. Me puse de nuevo los zapatos, tomé mi abrigo, una bufanda roja y agarré mi cabello.


—Voy a salir.

—¿Y a dónde piensas ir?

—No sé, quizás a la alameda, ya veré.

—Conozco aquí mejor que tú, ¿quieres que vaya contigo?

—No—respondí fría.

—¿Qué tienes?

—Sóloquiero tomar un poco de aire.


Tomé las llaves del cuarto, mi celular y salí de ahí, cerrando cautelosamente la puerta. Ya me encontraba afuera del hotel, y comencé a caminar directamente al parque, ya sabía dónde quedaba porque lo vi al pasar cuando íbamos a hospedarnos. Listo, ahora caminaba entre los árboles, pisando las hojas que el otoño había dejado, hojas secas y de color naranja, amarilloy café, era verdaderamente placentero. Cerré los ojos por un momento, y sentí una mirada. Los abrí de golpe, tenía miedo. Giré la cabeza y mis ojos se concentraron en los zapatos de la otra persona.


—Oh no—murmuré y saqué las manos de los bolsillos de mi abrigo.

Capítulo 4.
{Track del capítulo: http://www.youtube.com/watch?v=9y8Vy1M2p4o}
__________________________________________—¿Qué haces aquí?

—Hola a ti también, ___—dijo con ironía el chico de ojos marrones.

—Por dios, ¿cómo sabías dónde estaba?

—Siempre lo sé.

—Me he dado cuenta. ¿Me espías?


Él sólo rió y sacudió la cabeza. Lo tenía ahí, frente a mí, vestido con unos jeans negros, una camisa remangada color azul y su cabello alborotado. ¿No tendría frío?


—No ____, yo no te espío. Te conozco.—Josh, yo…

—No digas nada.

—Si te ibas a portar así conmigo no sé para qué viniste. Piérdete, y ojalá te coma un lobo.


Me giré y seguí caminando por el sendero, y reí al recordar lo que le había dicho. No quería que se lo comiera nadie, mucho menos que se fuera, pero si me mostraba débil, siempre lo sería ante él.


—Estoy casi seguro de que aquí no hay lobos—dijo corriendo justo a mi ladopara alcanzarme.

—Dime por qué estás aquí—me detuve y él hizo lo mismo.


Me sonrió, y en ese instante, recordé por qué me había enamorado de aquel hermoso chico de ojos marrones y de cabello oscuro.


—¿Qué pasa? —preguntó.

—¿Qué pasa de qué? —respondí al salir de mis pensamientos.

—Estás sonriendo, pienso que estás recordando algo.

—Sí, recuerdo que te hice una pregunta. ¿Quéhaces acá? —ya me había sacado de quicio.

—Vine por ti ____. Vine a salvarte, ¿por qué siempre tienes que meterte en problemas?


Fruncí el ceño y me crucé de brazos. ¿Cuáles problemas? El único «problema» que tenía en esos momentos era él. Pero no podía irme y dejarlo, si lo hacía, probablemente jamás lo volvería a ver ni a hablarle.


—Y según tú, ¿cuáles son mis «problemas»?...