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ESTAMOS asistiendo a los primeros síntomas de un nuevo hecho social de imprevisibles consecuencias en un futuro muy próximo: la protesta ciudadana se ha convertido en el catalizador del nuevomovimiento social, todavía hoy indefinido ideológicamente -lo cual no quiere decir desideologizado-, pero radicalmente político en su esencia, si se entiende esa esencia como la extrema indefensión dehombres y pueblos ante el Poder Político. Se trata de la progresiva emancipación de los ciudadanos de las ideologías que sostienen aún hoy las estructuras claustrofóbicas y esclerosadas de los partidospolíticos y de sus mensajes mediáticos, que han envejecido, que no responden a las necesidades sociales, sino a la retórica agotada de sus líderes y a los argumentarios plomizos de una pléyade de asesores.En el fondo de la protesta ciudadana quizá late un magma ciertamente confuso que reconoce, por encima de cualquier otra, como válida y legítima una Ley de Leyes: la Declaración Universal de losDerechos Humanos, ley no escrita, pero de importancia capital, que integra y es de rango incluso superior al concepto de Estado de derecho, a cualquier modelo de gobierno y a la Constitución,entendiendo estas fórmulas políticas en un aspecto operativo y no finalista, por tanto fórmulas revisables y readaptables según marca el diapasón de la Historia.

En la atmósfera actual que envuelve a lasociedad, la llamada conciencia de clase adquiere otra significación universal como 'conciencia planetaria' o conciencia de 'especie social'. Tal vez estemos ante una nueva filosofía del hombre socialmás allá del hombre ideológico. El problema es que el estamento político no está de ninguna manera dispuesto a reconocer la nueva dimensión del hombre so-cial, que le obligará tarde o temprano arepensar en profundidad sus fósiles ideológicos, muy especialmente los partidos de sesgo conservador. El miedo de los políticos es creer equivocadamente que una sociedad emancipada ideológicamente sería...