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en sus Recuerdos la conversación que con Sócrates tuvo, y que proponía al filósofo,
encantada de su modo deinvestigar, o más de partear la verdad, que se convirtiera
en celestino de ella y le ayudase a cazar amigos. (Synthérates, con–cazador, dice el
texto, según don Miguel, profesor de griego, que es a quiendebo esta
interesantísima y tan reveladora noticia.) Y en toda aquella interesantísima
conversación entre Teodota, la cortesana, y Sócrates, el filósofo partero, se ve bien
claro el íntimo parentescoque hay entre ambos oficios, y cómo la filosofía es en
grande y buena parte lenocinio y el lenocinio es también filosofía.
Y si todo esto no es así como digo, no se me negará al menos que esingenioso, y
basta.
No se me oculta, por otra parte, que no estará conforme con esa mi distinción
entre religión y belicosidad de un lado y filosofía y erótica de otro mi querido maestro
don FulgencioEntrambosmares del Aquilón, de quien don Miguel ha dado tan
circunstanciada noticia en su novela o nivola Amor y pedagogía. Presumo que el
ilustre autor del Ars magna combinatoria establecerá: unareligión guerrera y una
religión erótica, una metafísica guerrera y otra erótica, un erotismo religioso y un
erotismo metafísico, un belicosismo metafísico y otro religioso y, por otra parte, unareligión metafísica y una me tafísica religiosa, un erotismo guerrero y un belicosismo
erótico; todo esto aparte de la religión religiosa, la metafísica metafísica, el erotismo
erótico y el belicosismobelicoso. Lo que hace dieciséis combinaciones binarias. ¡Y no
digo nada de las ternarias del género: verbigracia, de una religión metafísico-erótica
o de una metafísica guerrero-religiosa! Pero yono tengo ni el inagotable ingenio
combinatorio de don Fulgencio, ni menos el ímpetu confusionista a indefinicionista de
don Miguel.
Mucho se me ocurre atañedero al inesperado final de este relato...
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