Jocelyn

Jocelyn

Cuando Ashley Fox hubo cerrado la ruinosa verja del jardín de poniente de la iglesia de Saint George, fijó de nuevo su mirada en una pequeña urna de cristal transparente que tutelaba su mano derecha. En su interior, un órgano humano de percepción lunar se balanceaba confinado entre un líquido que, a pesar de la escasa luz de aquel lugar, alguien entendido en la materia hubieracalificado como de formol. Después, volvió la vista atrás sin otro fin, aparentemente, que el de dejar atrás cualquier vestigio de duda de lo que allí había ocurrido. Acto seguido, envuelto en una niebla peregrina que parecía destilar condena, avanzó erguido hacia su particular recorrido por un dédalo de calles que habrían de conducírle hasta una de las vias principales de la pequeña ciudad escocesa deAberdeen. Entretanto, tuvo tiempo para pensar.
CONVICCIÓN.
Hoy he puesto fin a este sufrimiento inhumano que me atormentaba desde hacia tanto tiempo y del cual, ambos, éramos plenamente conscientes. Por qué sino, ha acudido a la cita como una sacerdotisa fiel a su promesa y lo ha aceptado con esa mirada límpia que desconocía la mentira. He podido verlo en sus ojos, asustados al principio,conformes después, como si hubiera contemplado desde siempre esta sórdida posibilidad, rogándome unicamente que no le infringiera más daño del necesario cuando llegara el momento, como si deseara devolverme con delicadeza tardía esa paz extraviada que me arrebataba en vida.
Quizá debería atribuirme toda la maldad de este horrendo acto, pero no puedo, no sería justo teniendo en cuenta que ha sido ella,precisamente, la que con plena conciencia me ha inducido a ello.
Ahora ya todo forma parte del pasado, la calma ya no es fingida ni los gestos camuflados, es como si empezara a transformarme en el hombre que ella siempre había deseado, como si de pronto me hubiera invadido su razón más pura y acatara con la fe de un adepto la orden de un Dios cercano y benefactor. No hay culpa en mí acción, sóloun triste vacío y el consuelo de que los acontecimientos sigan su curso natural, como esta niebla que lo envuelve todo a modo de manto luctuoso y purificador.
PROVIDENCIA.
Ni una sola alma en este desierto solado; unicamente un silencio sobrecogedor apenas lesionado por el ruido metálico de algún carruaje que parece dirigirse en mí dirección. Lo demás, sólo ruinas de una calma que parecedesposarse con su mudez más absoluta. Se aproxima, el tintineo de su montura enjaezada es cada vez más agudo a pesar de haber aflojado el paso, como si su dueño presintiera que alguien requiere sus servicios. Su intuición, tampoco le ha fallado esta vez. Ha detenido la portezuela del coche justamente a mí altura, sin esperar ninguna señal... y la arrogancia de su actitúd, más propia de un noble que de unlacayo, con esa mirada torva y aprensiva que huye de toda lógica, como la de esos sujetos iluminados que parecen saberlo todo de antemano y creen ver el estigma del destino escrito en la cara de los demás... ¡Al diablo con él!
- Avenida Claperton. Yo le avisaré donde detenerse.
Tampoco eso parece haberle gustado demasiado, a nadie le gusta errar sin rumbo fijo, lo sé bien, pero no tiene másremedio que hacerlo... ¿Por qué te preocupas por él?... No tiene por que saber el lugar exacto al cual te dirijes... piensa y medita sobre el paso que has dado esta noche. Deben encajar todas las piezas, o nada de lo que has hecho habrá tenido sentido.
TURBACIÓN.
Tu obstinado deseo por modelarme a tu condición ha sido la carga más penosa y difícil de sobrellevar. A cada encuentro, era ya capaz deanticipar tus gestos, de adivinar tu pensamientos... y ese tedioso monólogo endulzado de ambrosía envenenada que, con tanta vehemencia me prodigabas, y que terminado por precipitarme por esa pendiente directa al infierno. Nunca debiste disculparla con sonrisas amables o miradas huidizas, y, si, alejarte de ella consciente del quebranto que emanaba de su amor perjudicial. Pero pero tu cualidad...