Jojo

¿QUIÉN NOS ROBÓ EL ORGULLO?

Ese día, mientras caminaba por las calles del pueblo, sentí, al igual que todos, que algo andaba mal; solo cuando mi abuela materna Isabel haló mi dedo gordo del pie, esa sensación de satisfacción de quien huele el café recién hecho por la mañana ya no estaba; “nos robaron, dijo la cucha mientras corría de un lado a otro”. Me vestí lo más rápido posible y sinsaber a qué se refería salí a la calle a constatar que lo que mi abuela decía era cierto. Efectivamente las caras de todos eran de pesar: nos habían robado.
El Empinao es un pueblo tranquilo donde la vida pasa, queramos o no, a veces si dejamos de vivir las cosas nos pasan por encima; sus calles son un eterno Mapalé, un Joropo interminable de alegrías y tristezas; su gente es gente buena, a veces tanbuena que el mandatario de turno hace de las suyas y nadie dice nada; bien dicen los sabios búhos en sus grandes cajones de confort en forma de caracol o en algunos casos desdibujados por la gran N azul, símbolo de la grandeza de un hombre, pueblo chico infierno grande, así es El Empinao.
Todo parecía un infierno aun mayor ese día cuando el noticiario del pueblo dio la noticia y así lo habíanconfirmado ya la radio y la prensa escrita: nos había robado. Ya no estaban ahí donde siempre habían estado, nunca se supo quien pudo ser el irresponsable capaz de tal fechoría, los problemas del pueblo ya no parecían importantes ante la magnitud de la tragedia, las calles ya no eran el eterno Mapalé y mucho menos un Joropo interminable. Los robos, la inseguridad, el eterno problema del únicohospital que teníamos y que no servía para nada ya no eran nada. En el inconsciente colectivo el dolor hacia las veces de sedante, de escopolamina, de elipsis del no recuerdo. El Empinao, tierra de gente buena, había sido impunemente robado. Dios perdone a quien fue capaz de tal atropello.
Meses atrás todos éramos felices. Apenas unos días antes el pueblo festejaba cuatro años de contar con semejanteinfraestructura. Si, el orgullo del pueblo eran sus calles, esas del Mapalé y del Joropo eterno donde las mulas transitaban con alegría, donde el vaivén de las caderas de las chicas de rojo hacían suspirar a los chulos anaranjados que se instalaban al borde de la carretera, ahí se hacían todos juntos mirando pasar el tiempo, mirando pasar la gente, adorando la vía, en ella comían, en ella hacíansus gracias, y allí vivían porque el alcalde los sentenció a vivir allí hasta la eternidad.
La abuela Isabel jamás vio las calles del pueblo, porque desde su infancia su padre jamás dejó que saliera, su belleza era tal que deslumbraba y obviamente su carne blanca y suave era demasiado provocativa para los chulos de color naranja que desde siempre se apostaban en las sendas recalcitrantes de lasvías, de las calles orgullo del pueblo. Los chulos allí comían y allí hacían sus gracias, pero también desde allí morboseaban a las mujeres hermosas del pueblo, aquellas que salían a caminar sus calles, esas del Mapalé y del Joropo interminable
Las calles del pueblo tenían una configuración especial, estaban divididas en dos, por un lado solo pasaban las hermosas princesas vestidas de rojo concaderas endemoniadas esas que se contorsionaban al punto de aparentar romperse en dos y por el otro lado las mulas y la gente del pueblo, la gente bien, bien llevada, bien maltratada pero bien trabajadora. La abuela decía que una vez, siendo muy pequeña, al salir de paseo con mi bisabuelo sintió algo que jamás había sentido, sus oídos se taparon, sus ojos se cegaron y el camino guió sus pasos lascalles orgullo del pueblo eran capaz de guiar al más perdido de los forasteros, propios y extraños salían a diario solo para sentir el ajetreo de sus pasos sobre la calle era un autentico ir y venir, un carrusel, una montaña rusa de sensaciones, era como si la calle misma tuviera vida y tratase de esquivar los pies, solo las mujeres hermosas vestidas de rojo tenían para sí un espacio donde no...