Jose acevedo
Era viernes, día de mercado. A las 11 de la mañana la Plaza Mayor estaba colmada de tratantes, vivanderos, indios de los resguardos, criollos y gente de toda clase social.Minutos antes del mediodía, don Luis de Rubio entró al almacén del comerciante español José González Llorente; su intención: pedirle prestado un adorno para decorar la mesa del anunciado banquete enhomenaje al español- criollo Antonio Villavicencio.
Lo que el anciano comerciante español no sabía era que los criollos disidentes –José Miguel Pey, Camilo Torres, José Acevedo y Gómez, Joaquín Camacho,Jorge Tadeo Lozano y Antonio Morales– habían diseñado un detallado plan para promover un incidente contra los peninsulares, ya que su poder político había disminuido considerablemente y que el virreyAntonio de Amar y Borbón les había negado a los criollos ilustrados, en varias ocasiones, la conformación de una Junta de Gobierno.
Llorente se negó, todo indica que cordialmente, a la petición deRubio aludiendo que el adorno –un florero– estaba maltratado porque ya lo había prestado en otras ocasiones. En ese momento, premeditadamente, Francisco José de Caldas pasó frente al almacén y saludóal comerciante peninsular; con este inocente gesto se conjuró el plan de los criollos, quienes estaban muy inconformes por la política borbónica de designar a peninsulares para altos cargos en elVirreinato de la Nueva Granada, lisiando la participación política criolla.
Esas medidas impuestas por la Corona, tendientes a extraer excedentes económicos cada vez mayores y a centralizar el poderpolítico en los designados del monarca, ya habían provocado malestares dentro de la elite criolla, malestares que habían desembocado en rebeliones como la de los comuneros y en la conformación de gruposen los que criollos ilustrados empezaron a debatir y a criticar, cada vez más, el papel de España en América.
Antonio Morales, cumpliendo lo pactado con los criollos disidentes, entró en escena...
Regístrate para leer el documento completo.