Jose Martí Y Su Legado

José Martí y su legado en la primera mitad del siglo XX latinoamericano.
Armando Perryman Figueroa


Hace algunos años, en una exposición de arte moderno, a un amigo mío le presentaron un antropólogo europeo, mal vestido de gaucho, especialista en temas de la Amazonía. Después de las clásicas fórmulas de presentación, el antropólogo preguntó, en tono de burla:
- ¿Podrías decirme por quéustedes, los cubanos, sólo saben escribir sobre Martí?
Mi amigo consideró que cualquier otra explicación sería inútil.
- Debe ser porque lo tenemos – dijo
Y yo, que estaba presente en la conversación, no pude más que exclamar para mis adentros: “¡ahí está!”
Hay dos palabras esenciales en esa respuesta. Orgullo y sentido de pertenencia. Para muchos europeos los latinoamericanos somos patéticospor la forma en que amamos a nuestros héroes y defendemos nuestros símbolos y nuestros valores patrios. A nuestra pasión anteponen la lógica, a nuestra inseguridad, la seguridad de quien ha descubierto todos los secretos, como si ya estuvieran de vuelta; aunque a veces, uno tiende a pensar que, de ninguna parte.


Octavio Paz, en esa obra fundamental que es “El Laberinto de la Soledad” comparaa los pueblos latinoamericanos con un adolescente que al buscarse a sí mismo, encuentra su propia imagen deformada por innumerables elementos mediadores. Este hecho hace que estemos siempre cuestionándonos las razones de nuestra existencia, con la única certeza de que en nuestro pasado y nuestro presente hay todavía muchas preguntas por responder.
“Me parece reveladora –continua Paz - lainsistencia con que en ciertos períodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan (…) no importa, pues, que las respuestas que demos a nuestras preguntas sean luego corregidas por el tiempo.”
Tal vez eso explique por qué nuestra región ha producido tantos estudios de identidad en los últimos cien años. Sin embargo, la búsqueda constante es una necesidad histórica de las naciones y lospueblos. Una vez que se ha dejado atrás la adolescencia- y ahí tal vez esté la trampa, el juego de ilusiones de la historia – se sigue creciendo y hay que seguir interrogándose, porque la identidad es un proceso y no un fin. Cuando los pueblos ya no tienen preguntas que responder, ni necesidad de volverse sobre sí mismos, comienzan a morir.
Cuenta el escritor cubano Manuel Pereira que undía, ya entrados los años 60, invitó a José Lezama Lima a la sede de la revista Cuba donde él, por ese entonces, trabajaba como periodista. Allí, al pedírsele que hablara sobre Martí, el autor de “Paradiso” reveló esta especie de definición – para mí, la mejor – que, de todas las que se han dado sobre el Apóstol, ha tenido la extraña suerte de sorprender, de asombrar y de admirar, antes deconvertirse en mito.
- Ese es un tema que se nos escapa de las manos como un pez aceitado – dijo Lezama - . Martí es un misterio que nos acompaña.
La frase no hay que entenderla como una de esas salidas sorpresivas y originales de las que tanto hablan los que conocieron personalmente a Lezama y los que gozaron de su amistad, sino como la culminación de las reflexiones que este hombre tan peculiar,otro misterio que también nos acompaña, realizó durante toda su vida sobre el Maestro.
“José Martí – había dicho ya en 1953 – fue para todos nosotros el único que logró penetrar en la casa del alibí. El estado místico, el alibí, donde la imaginación puede engendrar el sucedido y cada hecho se transfigura en el espejo de los enigmas… las palabras finales de su Diario, uno de los más misteriosossonidos de palabras que están en nuestro idioma, bastan para llenar la casa y sus extrañas interrupciones frente al tiempo.”
Aquí no pretendo tratar aspectos teóricos de la identidad, ese pez aceitado del que hablara Lezama y del que sólo podemos percibir su brillo, el movimiento ondulante de sus escamas y el temblor palpitante del cuerpo que se nos escapa de las manos cuando intentamos...