..jose m . arguedas

Páginas: 147 (36639 palabras) Publicado: 26 de junio de 2014
Todos los días nos cruzamos con gente a la que seguramente no volvamos a ver jamás.
Pero ¿qué pasa si volvemos a encontrarnos?
Dora escucha cómo las puertas del psiquiátrico se cierran tras ella. Sabe que todavía
está en la cuerda floja, como le recuerdan las marcas de sus muñecas. Necesita tiempo para
ella, para asimilar lo que pasó, lo que la llevó a esa situación a la que está empezando asobrevivir.
Hilario sabe que todo el mundo tiene secretos. Pero los suyos pesan como una losa.
Todavía no sabe si ayudando a los demás se está ayudando a sí mismo. Necesita tiempo para
él, para asimilar lo que pasó, aquello que le llevó hasta ella.

JORDI SIERRA I FABRA
El primer día
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Los siguientes días
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El último día
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35
Epílogo: cinco meses después del último día
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Contenido

Jordi Sierra i Fabra

quizás mañana la palabra amor...

**********

Título Original: Quizás mañana la palabra amor...
© Jordi Sierra i Fabra, 2012
© Ediciones SM, 2012
ISBN: 9788467557688
Editado y corregido por:

2013

**********

El primer día

1
Depronto, todo era distinto.
Por primera vez se sentaba en aquella silla sin el miedo a ser juzgada, sin que el ojo crítico del
médico la examinara con la lupa de su experiencia, dispuesto a captar detalles, signos, pequeños
gestos reveladores que la traicionasen. El despacho ya no era una cárcel, sino una puerta. La ventana
no tenía rejas, sino la luz del sol que se filtraba por ella. Incluso eldoctor Rocamora parecía otro.
Un rostro humano.
Sonreía.
—¿Cómo te encuentras, Dora?
—Bien.
—¿Estás preparada?
—Sí.
—De acuerdo.
Así, tan sencillo, tan fácil. «¿Cómo te encuentras?». «¿Estás preparada?». «De acuerdo».
Dora sostuvo su mirada.
Carlos Rocamora tenía unos cincuenta años. En su despacho no había nada que revelara algo de
su vida privada. Ninguna fotografía de una esposa ohijos. Solo el anillo de casado en el dedo anular
de su mano izquierda. Ningún paciente podía sentir empatía o rechazo. Las paredes eran asépticas:
diplomas y libros. Sobre la mesa despejada, sin siquiera un ordenador, la única concesión al margen
de papeles, una pluma y el teléfono, era un busto de Freud hecho en bronce o cualquier metal
semejante.
Ella sabía que era de Freud porque se lopreguntó un día.
Uno de los primeros.
Y de eso hacía...
—¿En qué piensas?
—En que cuando salga de aquí, todo esto me parecerá un sueño.
—Me gusta que emplees la palabra sueño.
—¿Por qué?
—Es mejor que pesadilla.
—Nunca ha sido una pesadilla —fue sincera.
—No todos lo ven así.
—Ya lo sé.
El médico se reclinó en su butaca sin dejar de observarla con su medida sonrisa. Un padre
contemplandoa su hija con orgullo después de que aprobara los exámenes o algo parecido.
Algo parecido.
—Hemos hablado mucho durante este año.
—Sí —admitió ella.
—Hemos tenido días buenos y días malos.
—Lo sé.
—¿Recuerdas cuando te dije que saldrías de aquí y tú opinaste lo contrario?
—Lo recuerdo.
—Entonces te darás cuenta del enorme cambio que has experimentado.
—¿No será que, además, he crecido? —Eso también.
—¿Sabe qué recuerdo yo? —no esperó el asentimiento del médico—. El día que me dijo que la
vida era un gran ruido entre dos silencios, y que mi ruido no había terminado, que justamente estaba
empezando.
—Sabes que eres muy lista para tu edad.
—Han sido muchas horas para pensar.
—Es más que eso. Lo esencial es que entiendas que tu vida es tuya, pero que eso no te da
derecho adesperdiciarla ni a que decidas cuándo terminar con ella. No con todo por delante, por
duro que haya sido lo que dejas atrás. Cada vida es una oportunidad. No tenemos más.
¿Una última prueba de fuego?
—He aprendido lo que significa vivir, descuide.
—Dora, te has hecho fuerte —el tono se hizo decididamente paternal—. Esto es lo que más me
ha sorprendido... No, sorprendido no. La palabra es...
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