Juan Olmedo y Sara G mez son

Páginas: 1051 (262654 palabras) Publicado: 25 de agosto de 2015

Juan Olmedo y Sara Gómez son
dos extraños que se instalan a
principios de agosto en una
urbanización de la costa gaditana
dispuestos a reiniciar sus vidas.
Pronto sabemos que ambos
arrastran un pasado bien diferente
en Madrid. Sin buscarlo, «abocados
a convivir con los únicos
supervivientes de un naufragio»,
intercambiarán confidencias y
camaraderías gracias a la
inesperada complicidad quepropicia
compartir una asistenta, Maribel, y
el cuidado de los niños. Sara, hija de
padres menesterosos, que vivió una
«singular infancia de vida prestada»
con su madrina en el barrio de
Salamanca, sufre el estigma de
quien lo tuvo todo y luego lo perdió.
Juan, por su parte, huye de otras
injusticias: la de una tragedia familiar
y un amor secreto y torturante, que
han estado a punto de arruinar suvida. Como el poniente y el levante,
esos aires difíciles que soplan
bonancibles o borrascosos en la
costa atlántica, sus existencias
parecen agitarse al dictado de un
destino inhóspito, pero ellos afirman
su voluntad férrea de encauzarlo a
su favor.
Almudena Grandes
Los aires
difíciles
ePub r1.1
Titivillus 18.01.2015
Título original: Los aires difíciles
Almudena Grandes, 2002
Editor digital:Titivillus
ePub base r1.2
A Luis,
por la luz de todos los veranos
Hubiera preferido
ser huérfano en la muerte,
que me faltaras tú
allá, en lo misterioso,
no aquí, en lo conocido.
Haberme muerto antes
para sentir tu ausencia
en los aires difíciles.
Manuel Altolaguirre,
Soledades juntas
Dos principios
C uando los Olmedo llegaron a su
casa nueva, soplaba el levante.
El viento hinchaba los toldos
de lonahasta despegarlos de su armazón
de aluminio y los dejaba caer de golpe
sólo un momento antes de volver a
inflarlos, produciendo un ruido continuo,
sordo y pesado como el aleteo de una
bandada de pájaros monstruosamente
grandes. Un sonido rítmico, metálico,
mucho más agudo y teñido de la
denterosa pátina del óxido, se dejaba
escuchar aquí y allá durante un instante,
cuando el viento cesaba. Losvecinos
recogían a toda prisa los toldos de sus
casas, todos verdes, iguales. Juan
Olmedo identificó enseguida el eco de
las barras de hierro que giraban en las
argollas y pensó que había tenido mala
suerte. El contraste entre el cielo azul,
resplandeciente del sol que rebotaba
como un balón de luz contra las fachadas
de las casas, todas blancas, iguales, y la
hostilidad de aquel viento salvaje, teníaalgo de siniestro. Un par de veces,
durante el viaje desde Jerez, mientras
permanecían aislados del exterior, las
ventanas del coche cerradas, el aire
acondicionado en marcha, le había
prometido a Tamara bañarse con ella en
el mar antes de la hora de comer, pero la
perfecta mañana de playa que les tentaba
tras los cristales se había convertido de
repente en una huracanada pesadilla.
Ahora la niñacaminaba un paso detrás
de él, mirándolo todo con recelo y sus
nuevos ojos fríos, pero sin atreverse a
decir nada. Alfonso se había quedado
atrás, pero Juan no se dio cuenta hasta
que abrió con su llave una puerta
marcada con el número 37, para entrar
en una casa que era suya aunque nunca la
hubiera visto antes. Entonces, mientras
un inconfundible olor a obra recién
terminada le saltaba a la caracomo un
gato rebozado en pintura y barniz, un
diario deportivo muy atrasado,
amarillento ya, y tieso de goterones
secos, tembló ligeramente antes de salir
volando por la puerta, y se deshizo en el
aire. Juan siguió con los ojos el baile de
las páginas sueltas, que ascendían
bruscamente en espiral o se arrastraban
a golpes de viento por el suelo, y
distinguió a lo lejos la figura de su
hermano,clavado como un poste en la
exacta intersección de dos calles
pavimentadas con baldosas, todas rojas,
iguales. Alfonso tenía los brazos
muertos, paralelos al cuerpo, y las
piernas separadas, muy quietas, pero
balanceaba lentamente la cabeza de
derecha a izquierda, con la cara
levantada hacia el levante, el ceño
fruncido, la boca abierta. Antes de echar
a correr hacia él, en un gesto que de
puro...
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