Juana De Arco

Parado frente a lo que antes fuera la casa de La Pucelle y ahora albergaba un museo, sintió que la nostalgia volvía a invadirlo, y las sombras del pasado comenzaban a tomar forma.

Francia/ Domrémy-Lorraine/ 1429

Nadie nunca antes le había dicho que ser una nación iba a ser tan difícil.

-Ese idiota de Inglaterra… ¡cómo puede ser que aguante dándome guerra ya 92 años! Y lo que le llamatregua no puede ser considerada como tal…

Pateaba las piedras pequeñas del camino, queriendo desahogar su enfado en algo. No era suficiente. Sabía que molestar a Arthur era mala idea, y más con los jefes que tenía ahora, pensaba el francés, más cuando una risa lo sacó de su ensimismamiento, olvidó aquello por unos instantes.

Y una risa lo sacó de su ensimismamiento.

Frente a sí tenía unlímpido cielo y un enorme campo verde. En el, corriendo y danzando una niña, la cual ya tenía formas de mujer. Y sin embargo su expresión inocente y a la vez tan decidida…

-¡Pero si eres tú!- dijo al verlo y corrió hacia él, abrazándolo. ¡Cuánto lo necesitaba!

-Bonjour mademoiselle…

-¡Ven! ¡Juguemos!- le dijo la niña tomando su mano y jalándolo a correr con ella en el campo, persiguiendomariposas, dando vueltas… descubriendo lo que era ser libre.

Realmente estaba viejo. La niña seguía corriendo mientras él ahora descansaba en una roca, volviendo a pensar en la precaria situación por la que atravesaba su nación.

-¡Mira!- le dijo acercando a él ambas manos que parecían atrapar algo. Las abrió revelando una mariposa, la cual movía las alas tranquilamente en la mano de la niña. -¡Esto es libertad!

Francia la miró. La niña soltó a la mariposa que salió volando y se sentó en su regazo.

-Voy a devolverte la libertad. ¡Lo prometo!- besó con suavidad la mejilla de Francis.

Y así fue… como en ese momento… en un segundo, ella había robado su corazón.

Tenía 17 años. Y ya comandaba las tropas francesas.

Ése día, Francis se acercó a ella, frente a los miles de soldados,y le puso una corona de flores en la cabeza.

-Desde hoy… eres Jeanne La Pucelle. Mi doncella. – le dijo mientras la abrazaba y ella se colgaba de su cuello y lo besaba. Francis la sujetó firmemente y se perdió en el sentimiento que lo llenaba.

Un sentimiento que apenas pudo durar dos años más.

Ni bien se enteró del destino de Jeanne, Francis salió corriendo de su casa. Quería verla, no…necesitaba verla.

Había estado presente en todos los juicios contra ella. Ninguno tuvo un fallo definitivo.

Sabía el difícil camino por el que pasaba su amada Jeanne. Y sin embargo tan llena de valor, era incapaz de traicionar a sus creencias.

Los ingleses le habían mostrado las herramientas de tortura que podían emplear en ella.

-Aunque me arrancaran los miembros, uno a uno, separandomi cuerpo de mi alma, no les diría nada. Y si dijera algo, luego los culparía de haberme obligado a decirlo.

Era una joven valiente, como nunca en el mundo habría otra igual.

-Sé que los ingleses me quieren muerta, para luego tomar el reino de Francia. Pero antes habrán diez mil más como yo… nunca podrán conseguir a Francia…

Ese comentario enervó al conde de Stafford, quien en seguidatomó su daga y la puso en el cuello de Jeanne. Ésta no se inmutó, sólo cerró los ojos esperando el final…

-Te espera algo mejor que esto…
Francis estuvo presente también ese día. Sin embargo nada pudo hacer al saber cuál sería el final de su princesa: Morir en la hoguera.

Jeanne, que hasta ese momento se había mantenido tranquila y retadora ante cualquier inglés, demostró todo su dolor en unminuto de pánico. Se arrodilló frente al obispo y a Arthur, quien también observaba la escena aún más cerca que Francis, y pudo observar mejor que nadie cómo la niña, sin más, comenzó a llorar, gritar, jalarse los rubios cabellos implorando al cielo que alguien se apiadara…

Arthur cerró los ojos, dio media vuelta y salió. No le gustaba el rumbo que tomaban las cosas. Francis lo vio entre el...